Banderas blancas con iniciales multicolores destacan en las paredes de la iglesia de Saint-Sulpice, en el sexto distrito de París. Este martes 25 de mayo, los sindicatos organizaron una “marcha blanca” de enfermeras de la Educación Nacional, para “salvar la salud en la escuela”. La procesión comenzó a primera hora de la tarde frente al Senado.

Estas mujeres (y algunos hombres raros) con batas blancas protestaban contra un proyecto de reestructuración de su profesión aconsejado por un informe del Tribunal de Cuentas publicado en 2020. Al gobierno le gustaría volver a un sistema abandonado en 1980: el personal de enfermería agruparse en centros médico-sociales, bajo la dirección de médicos, fuera de los establecimientos. Este proyecto es el síntoma del desconocimiento del intenso y esencial trabajo que realizan gracias a su cercanía diaria con los alumnos, creen los manifestantes. Advierten de las crecientes necesidades de los niños y adolescentes, denuncian una falta de recursos y de personal que afectaría principalmente a los jóvenes: los salarios medios son inferiores a 2000 euros y cada enfermera tiene a su cargo una media de 1300 alumnos.

“Los jóvenes de la galera, no los queremos”, corean tres mujeres apostadas en la parte trasera de una pequeña camioneta. Un concierto de voces femeninas repite al unísono las consignas lanzadas al frente de la procesión. “No cuidar a los niños lo suficientemente bien provoca un gran sufrimiento para los cuidadores que somos”, explica Françoise, de 52 años, enfermera en una escuela de hostelería en Rouen. «Nos vemos obligados a tomar decisiones, en detrimento de los estudiantes», lamenta Anne-Gaëlle, de 44 años, enfermera en un colegio REP (red de educación prioritaria) en Seine-et-Marne. “Incluso las citas obligatorias a veces son difíciles de hacer, dada la multiplicidad de solicitudes”, dice Valérie, una enfermera de 57 años en un colegio de La Manche. Así que ir “a buscar al niño que sufre en silencio al fondo de la sala de espera, no es posible”, lamenta Françoise. Sobre todo porque el número de estudiantes dependientes se ve agravado por requisitos políticos: es necesario permitir la educación de tantos niños como sea posible. “Hablamos de una escuela inclusiva, pero tenemos medios constantes”, señala Anne-Gaëlle. La frustración de no poder hacer bien su trabajo, sumada al bajo salario y reconocimiento académico, explica por qué por primera vez ven a compañeros partir hacia el hospital. “Tener la competencia es difícil, así que antes, una vez obtenido el puesto, nadie se iba”, recuerda Anne-Gaëlle. Hoy hay renuncias en todas las academias.

La oferta es insuficiente mientras que la demanda es cada vez más apremiante. “Nuestro trabajo refleja todo lo que sucede en la sociedad”, dice Valérie. “Hay una enorme evolución de las necesidades, las familias cada vez están más carenciadas”, explica su vecina, Karine, enfermera en dos colegios del mismo departamento. “Las dificultades para acceder a la sanidad repercuten en nuestra profesión. Por ejemplo, los lunes por la mañana hacemos un poco de dispensario, porque los padres nos envían a sus hijos después del fin de semana”, dice Valérie. “Somos un baluarte contra el sobreconsumo médico y el desborde de urgencias”, defiende Anne-Gaëlle. Por no hablar de que los médicos escolares están “en peligro”, y que por tanto debemos “aprender a prescindir de ellos”.

Karine y Valérie también citan la espera de seis meses para ver a un psicólogo escolar, mientras que la salud psicológica de los jóvenes se deteriora, según la opinión unánime. “A los jóvenes no les está yendo bien, especialmente desde el covid”, señala Valérie. Por necesidad, su misión con los jóvenes va más allá de la atención básica. “Soy estudiantes de 12 años que tienen fuertes tratamientos psiquiátricos, que se escarifican o intentan suicidarse”, dice Anne-Gaëlle. “Los niños sufren una pérdida de sentido en la escuela, después de un año de educación a distancia. También viven en una sociedad que provoca mucha ansiedad, entre los problemas climáticos y la guerra en Ucrania”, analiza Françoise. Y según ella, esta necesidad de apoyo a los jóvenes no atañe solo a áreas “sensibles”. “Antes, trabajaba en un suburbio muy rico de París, y allí también había muchas dificultades entre los estudiantes. Malestar, drogas,… o incesto, por un padre abogado. ¿A quién le va a decir al niño?»

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Reivindican la importancia del trabajo de extensión diario. “Nosotros sabemos de estos “casi nada” en las consultas”, explica Françoise. “Es gracias a este vínculo que después de varios meses podrán contarnos sobre sus dificultades familiares o la violencia sexual que han sufrido. Es un trabajo a largo plazo, no puede ser una dispersión como prevé el proyecto de reorganización. La profesión es la que más reporta a la Asistencia Social a la Infancia, muestra del trabajo de seguimiento diario. “Estamos capacitados para detectar malestar psicológico, intentos de suicidio”, argumenta Valérie. Siendo la única persona en los establecimientos sujeta al secreto médico, la oficina de la enfermera escolar puede ser un lugar saludable para hablar. «Comienza con un dolor de estómago, luego terminamos discutiendo los problemas en el hogar que son las verdaderas causas del dolor de estómago», dice Valérie.

Su trabajo no es solo curar sino también prevenir. “La educación no se trata solo de matemáticas y francés”, bromea Françoise. Por ejemplo, los niños deben ser educados en su relación con el cuerpo. “Cada semana tengo que lidiar con casos de gestos inapropiados”, asegura Anne-Gaëlle. También hay que acompañar a “chicas que se enfocan en cirugías estéticas desde que son mayores de edad, chicos que “toman proteínas” para hinchar músculos, casos de anorexia, consumo de cannabis”. O incluso ayudar a dejar de fumar y monitorear la problemática relación con las pantallas y las redes sociales. “Es un trabajo apasionante pero duro”, concluyen Françoise y Anne-Gaëlle.