Amiga de Phoebe Waller-Bridge, la directora y actriz Emerald Fennell se hizo un nombre al frente de la temporada 2 de Killing Eve y bajo la peluca de Camilla Parker Bowles en las temporadas 3 y 4 de The Crown. El británico de 38 años tiene un feroz sentido del humor en común con el creador de Fleabag. Sin olvidar cierta tendencia a la provocación. Suficiente para asegurarle el Oscar al mejor guión por su road trip Promising Young Woman en 2021. Bis repitió en su segundo largometraje Saltburn, que se podrá disfrutar este viernes en Amazon Prime.
Oliver (Barry Keoghan, el formidable niño perdido de las Banshees de Inisherin), que llegó a Oxford gracias a una beca a principios de la década de 2000, es el hazmerreír de sus camaradas privilegiados. Gracias a una reparación de bicicletas, el guapísimo Félix (Jacob Elordi, nuevo galán de Hollywood), objeto de sus deseos, lo toma bajo su protección y lo invita a pasar el verano en la mansión familiar en Saltburn. Sus padres (Rosamund Pike altiva y desconectada de la realidad) y su hermana miran con desprecio sus malas costumbres. Sin previo aviso, Oliver sabrá cómo convencerlos. El verano lánguido y sensual dará paso a bacanales de pesadilla.
“ Crecí viendo las películas de James Ivory y Bertolucci: historias de amor góticas en una finca palaciega. Quería rendirles homenaje, mostrar lo que sucede cuando se rompe la moderación en estos círculos ricos. ¿Qué pasa cuando no puedes tocar lo que quieres? Cuando te enamoras al entrar en la edad adulta, todo se convierte en una cuestión de vida o muerte”, profesa Emerald Fennell, que también rinde homenaje a la sociedad de clases británica, de la que ella misma es un producto puro.
Su punto se basa en un Barry Keoghan con cara de ángel, que soporta la humillación y no duda en degradarse. “Oliver se quita la máscara de la primera escena: es un mentiroso, un engañador. Afirma no haber amado nunca a Félix. Sin embargo, lo que describe es la historia de amor más erótica y retorcida que existe. Ésta es la magia de la historia gótica. No importa cuántas veces Oliver no actúe como un simple observador o espíe a Felix en su ventana, volvemos a esa amnesia, a esa primera impresión de inocencia , se regodea Emerald Fennell.
Bañada por claroscuros caravaggescos, Saltburn tiene algo que fascina y repugna a partes iguales. Aquellos que aguanten serán recompensados con una escena final virtuosa, con un número de ballet al son de Murder on the Dancefloor de Sophie Ellis-Bextor. El golpe de 2001 resuena como una victoria pírrica. “¡No podría haber pedido un mejor epílogo triunfante y profano! », advierte el director.