¿Moliére como héroe de la comedia musical? Podríamos estremecernos ante esta idea, y más aún cuando sabemos que Dove Attia es la autora del libreto y la productora del espectáculo. Recordamos la basura que fueron sus Diez Mandamientos, programados hace veinte años, que los críticos, de los que éramos parte, fueron criticados unánimemente. Bueno, sería un error ignorar a este Molière, la Ópera Urbana, con sus elecciones audaces.
Dove Attia supo evitar los escollos de una película biográfica de estas características, además de una versión cantada y bailada. Ningún pastiche de una de las obras escritas por nuestro brillante dramaturgo, sino simplemente algunas citas de versos aquí y allá para acompañar un libreto muy bien compuesto, centrado en la historia de Molière y su tropa de acróbatas en busca de un protector. Hay algo del espíritu que rige Amadeus, de Miloz Forman, filmada en 1984. Se respeta en general la realidad histórica, aunque se hayan forzado algunos rasgos y se haya distorsionado un poco el espacio-tiempo.
Al final, aplaudimos un espectáculo extraordinariamente bien cantado, con tríos sublimes, entre otras cosas, y bailado con eficacia con conjuntos impecables imaginados por Romain R.B.
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Y salvo algunos errores, como la conversión del duque de Conti que roza la caricatura, todo es de gran energía, puntuada por la dirección de Ladislas Cholat. El personaje de Monsieur, aunque deliberadamente exagerado, es muy divertido. Queda el fenómeno de esta velada: PETiTOM en el papel de Molière. Cantante, bailarina, coreógrafa, acróbata, esta quebequense canta maravillosamente, toca y baila brillantemente. Un artista completo como pocas veces vemos, al que le auguramos una carrera inmensa. Cautiva al público, hasta el punto de hacerle derramar una lágrima ante este Jean-Baptiste Poquelin, conocido como Molière, que muere en el escenario. Y el público se lo devuelve dándole un triunfo.
Hasta el 18 de febrero en el Palais Des Sports de París.