¿Qué es un cambio de escenario sino un renacimiento en el mundo? Al olvidar nuestras certezas, hábitos y la comodidad de la rutina que son tantas anteojeras, de repente nos encontramos con los ojos bien abiertos, anclados en la realidad como nunca antes. Es uno de los grandes hechizos de viajar y si puedes sucumbir a él a un paso de casa o al otro lado del mundo, algunos lugares zozobran más que otros. Lo mismo ocurre con Canadá para el viajero francés… Nacido en su costa este tras la estela de Jacques Cartier y Samuel de Champlain, una historia nos vincula a este país, que alimenta la ilusión de conocerlo un poco. Hasta que pusimos un pie allí…

Anticuada, la imagen de un Canadá bicultural llevada, en su historia moderna, por los dos pueblos fundadores de los que fuimos los ingleses… Desde 1971 y desde Pierre Elliott Trudeau, el multiculturalismo es la norma en el norte de América del Norte. En 1982, la Constitución finalmente reconoció los derechos ancestrales de los pueblos indígenas, las Primeras Naciones, los inuit y los métis. Y cada nueva migración desde entonces ha aportado su toque de color, sus costumbres, su identidad al gran fresco canadiense.

¿Cómo podemos entonces entender el alma de este gigante geográfico? Simplemente perdiéndose, en una naturaleza espectacular donde, a través de mil experiencias fabulosas, se entregan todos los capítulos de la novela nacional. Desde las vastas praderas del Oeste, donde todavía resuenan las cabalgatas sioux cazando bisontes, hasta los sublimes paisajes marinos de la costa atlántica, donde la cultura acadia sobrevive en Nuevo Brunswick. Desde el reino helado de Nunavut, donde los inuit guían al intrépido viajero en el borde del témpano, hasta los bosques boreales del Yukón siguiendo los pasos de Jack London en un trineo tirado por perros.

Y luego está Alberta, donde puedes jugar al vaquero en un rancho o al paleontólogo en Badlands, deslizarte por las laderas de las Montañas Rocosas o remar en Lake Louise admirando los glaciares. Cada estación tiene sus placeres y pasiones. En Quebec, observamos ballenas en el río San Lorenzo en primavera y hasta el otoño brillan en los bosques. El invierno se presta para deslizarse sobre lagos helados, pescar en agujeros, correr en canoas sobre el hielo…

El inventario de los tesoros de Canadá es una suma imposible. La escala de este inmenso territorio, que conecta el Atlántico con el Pacífico, coquetea con el Ártico, tiene cerca de 2 millones de lagos y es la segunda mayor superficie boscosa del mundo detrás de Rusia.

Sin poder contártelo todo y mostrártelo todo, descubre en esta revista nuestras piezas seleccionadas del país del arce y el excepcional portafolio del fotógrafo de naturaleza Paul Nicklen… Un viaje polifacético, que se descubrirá a lo largo de las páginas. , mientras que el perfume de Canadá embalsama… Es el creado para este número especial por IFF (International Flavours and Fragrances), uno de los líderes mundiales en la creación de perfumes. Es una postal que evoca un paseo de verano en Quebec a lo largo del lago Paquin, en el corazón de un bosque de pinos…

TAMBIÉN EN ESTE NÚMERO:

A la venta en quioscos y con un clic en boutique.lefigaro.fr