Intervenciones televisadas, pero ninguna presencia física en los homenajes, ni visitas a familiares ni a heridos. Vladimir Putin sigue ausente, una semana después del atentado cerca de Moscú. El Kremlin quiso tranquilizar. “El Jefe de Estado se siente personal y plenamente preocupado por este tipo de tragedia. Créanme, incluso si no ven lágrimas en su rostro, eso no significa que no esté sufriendo”, dijo el portavoz presidencial Dmitry Peskov en una breve entrevista transmitida el sábado.

«Es poco probable que alguien sepa y comprenda lo que está pasando, incluidos usted y yo», añadió Peskov.

El 22 de marzo, hombres armados entraron en el Crocus City Hall, una gran sala de conciertos cerca de Moscú, antes de disparar contra la multitud e incendiar el edificio.

Según el último informe de los socorristas rusos, al menos 144 personas murieron y 695 resultaron heridas durante este ataque reivindicado por el grupo yihadista Estado Islámico, el más mortífero de los últimos veinte años en Rusia.

Tras la tragedia, el presidente ruso esperó hasta el día siguiente para hablar públicamente y el Kremlin indicó el jueves que no tenía previsto reunirse de inmediato con las familias de las víctimas, ni acudir al lugar del atentado. El sábado, diplomáticos occidentales, en particular estadounidenses y europeos, así como de países africanos y sudamericanos, acudieron al lugar para depositar flores y guardar un minuto de silencio, informó la agencia Ria-Novosti.

El miércoles, Putin viajó a la región de Tver, al noroeste de Moscú, para visitar un museo histórico y reunirse con empleados del sector cultural. El jueves participó en un encuentro dedicado al turismo. El presidente ruso sólo admitió el lunes que el ataque había sido cometido por «islamistas radicales», pero las autoridades rusas acusaron a Ucrania y a sus aliados occidentales, que lo niegan rotundamente, de haberlo «facilitado».