El regreso del Ministro de Educación Nacional, Gabriel Attal, está marcado por la lucha contra el acoso escolar. Para ello, el inquilino de la calle Grenelle se ha puesto en orden de batalla: cuestionario de autoevaluación enviado a los estudiantes de secundaria y preparatoria o sanciones aún más rápidas y firmes contra los acosadores. El ministro también mencionó la idea de “cursos de empatía” que ya existen en los “países nórdicos”, como Finlandia o Dinamarca. Una idea única en Francia.
Además de medidas represivas, pide desarrollar “una cultura de la empatía”. Es decir, la capacidad de los niños para reconocer los sentimientos de sus iguales. Estos ejercicios permitirían en última instancia aprender a “respetar a los demás” y prevenir, en la medida de lo posible, comportamientos violentos.
“Es una parte importante del sistema escolar danés, especialmente para los niños muy pequeños (de 6 a 12 años)”, subraya inmediatamente Amalie, una chica danesa de 22 años. En Dinamarca, las escuelas han decidido centrarse en esta prevención desde una edad temprana, desde una ley de educación de 1993 que pretende enseñar a los niños sobre «los límites, la empatía y la sexualidad», precisa el medio belga RTBF. Sobre el programa de estas lecciones: juegos e intercambios entre estudiantes.
“Cuando estaba en la escuela, los ejercicios para desarrollar la empatía se integraban en las lecciones regulares. En la clase de danés, por ejemplo, nos pidieron que escribiéramos textos breves sobre nuestras diferentes emociones y luego habláramos de ellas con nuestros compañeros”. Otro consiste en dibujar con las manos una historia contada por los profesores en la espalda de un amigo, informa Franceinfo. ¿La meta? Deje que los estudiantes se acerquen. Y mucho más allá de la lucha contra el acoso escolar, los daneses creen que esta enseñanza contribuirá al desarrollo futuro de los ciudadanos, ayudándoles a comunicarse entre sí y poniendo palabras a sus emociones.
Vanessa Esma Saban, profesora de Bruselas, comparte plenamente estos métodos. La joven profesora belga también ha decidido organizar sus propios cursos de empatía en sus clases. “Empiezo por la autoempatía”, explica a Le Figaro. “Los muy jóvenes deben conocer sus emociones, sus necesidades en relación con sus emociones y deben aprender a expresarlas de manera afectuosa”. Ira, celos, alegría.
Cuando son un poco mayores, el profesor les ofrece juegos de roles o debates. “Ante una misma situación, cada uno debe, por ejemplo, hablar de lo que siente. «Les permite ver que no todos reaccionan de la misma manera». Se produce así “una profunda conciencia del individuo”, subraya. En concreto, el niño comprende que su amigo siente emociones y que éstas pueden alterarle.
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Por tanto, estos horarios tienen un impacto real en la lucha contra el acoso escolar, subraya. “La persona que acosa está en un juego de poder, sólo existe en este sistema y encuentra beneficio en el acoso. La de existir en la propia omnipotencia, sin preocuparse por el otro”. Se burla del otro o lo insulta, especialmente en lo que respecta a sus diferencias. Ya sea físico, de vestimenta o cultural.
Pero a menudo el acosador es él mismo una víctima en “otra esfera de su vida”, continúa. Y este último, por tanto, deduce instintivamente que quienes tienen el poder son los que asustan a la gente. Los ejercicios que le permiten tener en cuenta los sentimientos propios y ajenos, como el dolor o el miedo, pueden «sacarlo de este sistema». Entiende que no necesita burlarse de los demás ni ser violento con los demás para sentirse poderoso.
“Integramos así en la vida diaria y escolar de los niños un aprendizaje global sobre cómo cooperar con los demás y resolver problemas”, resume la joven danesa, que afirma que este aprendizaje puede ser “extremadamente útil”. Pero con la condición de que se lleve a cabo con éxito. Nina*, la madre de Amalie, directora de una escuela en Dinamarca, insiste en que los propios profesores cultiven la empatía hacia sus alumnos y los escuchen sinceramente. “De lo contrario, enviamos el mensaje contrario”, afirma Vanessa Esma Saban.
Para la psicóloga y clínica Isabelle Miguet, los beneficios de este método son evidentes. Pero, según ella, deben ir acompañadas de otro discurso. “Al mismo tiempo, debemos ser conscientes de nuestras fuerzas más negativas”, insiste. “En los patios de las escuelas, cuando encuentras a alguien extraño, se pone en marcha el sistema de protección y esa persona se convierte más fácilmente en chivo expiatorio”. Según ella, este comportamiento proviene de un “puro impulso de conservación”. El mismo que provocará que muchos estudiantes no defiendan a una víctima de acoso, por miedo a convertirse en uno a su vez.
Para que estas lecciones sean efectivas, sería necesario explicar simultáneamente a los estudiantes que la desconfianza, al igual que la empatía, “está profundamente arraigada en nosotros”. Conocer estas fuerzas permitirá controlarlas mejor, insiste el experto. Y, sobre todo, “aprovechar nuestra capacidad de empatía con la mayor frecuencia posible desarrollándola”.