Valérie Rialland es consejera departamental de LR Var y profesora de biotecnología desde hace 23 años.

Tras su nombramiento, el nuevo Ministro de Educación Nacional, Gabriel Attal, hizo una promesa audaz: un profesor delante de cada alumno. Lo que podría parecer perfectamente normal, en realidad es muy ambicioso. El año pasado faltaron varios miles de profesores, y esto en todas las materias, en particular en las llamadas “fundamentales”, como matemáticas, francés, historia, geografía, ciencias o incluso inglés.

Para cumplir su promesa recién llegada al cargo, Gabriel Attal cuenta con la contratación de profesores contratados. Desgraciadamente, éste es un paliativo mediocre. No solucionará las profundas y multifactoriales deficiencias de la falta de candidatos para los concursos de contratación de docentes profesionales.

La situación es realmente muy grave. ¡Durante las últimas competiciones, en algunas academias, la proporción observada fue de sólo seis candidatos para diez vacantes!

¿Cómo seleccionar cuando hay menos postulantes que vacantes? Así, en la Academia de Créteil, según los últimos resultados del concurso de profesores de escuela, había 737 candidatos para 1.166 vacantes. En Versalles, la academia más grande de Francia, 833 candidatos compitieron por 1.285 puestos, mientras que Guyana ofreció 165 puestos a sólo 80 elegibles. En la escuela secundaria, la situación es igualmente preocupante: 47 candidatos en clásicos para 134 puestos, 1.169 candidatos en matemáticas para 1.040 puestos y en física y química, 440 candidatos para 429 puestos. La proporción promedio es ahora de 1,41 candidatos por puesto, todas las materias combinadas. Estamos lejos de la proporción de cuatro candidatos para un puesto, que era común hace 20 años y que garantizaba una contratación de calidad.

Aunque loable, la promesa del Ministro de Educación Nacional carece cruelmente de perspectiva y no tiene en cuenta un sistema educativo en caída libre. El simple hecho de inyectar más trabajadores subcontratados -que, de facto, no están al nivel o no quieren convertirse en profesores titulares- en nuestro sistema educativo en crisis no aborda la causa. Esto equivale a condenar a los estudiantes a ser supervisados ​​por profesores neófitos que, sin una formación suficientemente larga y rigurosa, no podrán igualar a sus mayores experimentados.

Profesores titulares que por avance profesional tienen la oportunidad de impartir clases en establecimientos de renombre, frente a estudiantes motivados y apoyados por sus familias.

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Los jóvenes trabajadores subcontratados, por su parte, se suceden sin continuidad en establecimientos difíciles, ocupan puestos famosos por su alta rotación y sólo garantizan la disciplina cuando tienen éxito. ¿Cómo motivarlos a comprometerse con la profesión docente de manera sostenible cuando ya están maltratados y las perspectivas de carrera y la remuneración a largo plazo no son atractivas? Es un círculo vicioso. Lo que observamos hoy es nada menos que el reflejo de una profunda división social entre dos sistemas educativos nacionales, que no puede resolverse únicamente con la llegada de docentes sin experiencia.

Es urgente ir más allá de las soluciones a corto plazo y comprometernos con una revisión fundamental de nuestro sistema educativo. Es hora de iniciar un enfoque más global pero diferenciado según los territorios, que incluya cuestiones sociales, urbanas o rurales, policiales, judiciales y económicas. Simplemente poner a los profesores al frente de cada clase sin abordar las cuestiones estructurales sería como intentar apagar un incendio forestal con una botella de agua. Está en juego el futuro de nuestra juventud y, en definitiva, el de nuestra sociedad. Es urgente actuar ahora para no arrepentirnos mañana.