“Inmediatamente el hombre recobró la vista”, leemos en el Evangelio según San Marcos. Y como Bartimeo, una joven española de 16 años asegura haber recuperado la vista en la JMJ de Lisboa, durante una misa en Fátima el 5 de agosto. Aquejada de una enfermedad ocular que los médicos consideraron incurable, se habría recuperado repentinamente después de comulgar.
La familia de la niña ya habla de un «milagro» pero el padre se niega a que lo reconozcan. La Iglesia Católica, por su parte, está lejos de haberse pronunciado. Cautelosa en estos temas, requiere una investigación de varios años para atestiguar la naturaleza milagrosa de tal evento.
El examen es principalmente médico. El caso se encomienda a una comisión, integrada por médicos, creyentes o no, que debe realizar un estudio en profundidad. Su propósito es dar fe de la naturaleza inexplicable de la curación. Concretamente, los especialistas deben examinar las condiciones de esta recuperación: ¿podemos dar una explicación racional y médica? ¿La curación tiene algo que ver con el tratamiento?
Esta etapa puede durar varios años. El cardenal Prosper Lambertini promulgó en 1737 siete criterios para el reconocimiento de una curación milagrosa en la obra De servorum beatificatione et beatorum canonizatione (La beatificación de los siervos de Dios y canonización de los bienaventurados), informan nuestros compañeros de Aleteia. La enfermedad debe ser grave, el diagnóstico realizado debe ser preciso y claro y ningún tratamiento debe estar en el origen del proceso de curación. Este último también debe ser estable, total y permanente. Para probarlo, la investigación debe durar al menos cinco años, que corresponde al período de espera legal para certificar una curación duradera después de una enfermedad física grave.
“En segundo lugar, el expediente vuelve al obispo del lugar donde vive la persona” en cuestión, explicó el periodista de Figaro Jean-Marie Guénois, especialista en cuestiones religiosas. Así, ya no corresponde al personal médico decidir sino al personal eclesiástico. El obispo debe examinar los aspectos espirituales. Le corresponde a él la pesada tarea de decidir sobre el aspecto «milagroso» de este caso particular. La dimensión milagrosa puede, por ejemplo, ser rechazada si esta curación inexplicable dio lugar a una mejora personal del potencial «milagroso».
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Si no existe un censo internacional del número de milagros atestiguados frente al número de declaraciones de curaciones inexplicables, es posible hacerse una idea con el caso de Lourdes. La Oficina de Hallazgos Médicos de Lourdes, creada en 1883, reconoció solo 70 milagros frente a unos 7.300 informes de curaciones inexplicables. O 1%.
El último data de 2018. El 11 de febrero de este año, la monja Bernadette Moriau fue considerada el milagro número 70 de Lourdes. En 2008, la mujer que entonces padecía el síndrome de la cola de caballo (enfermedad que afecta las terminaciones de la columna vertebral, nota) fue a Lourdes en peregrinación. Tres días después de su estancia en Hautes-Pyrénées, el dolor desapareció y la monja emprendió una caminata de casi cinco kilómetros tras suspender la medicación.
Luego construyó un archivo médico sólido y se comunicó con la Oficina de Hallazgos Médicos de Lourdes. Una vez validado el expediente, fue encomendado al Comité Médico Internacional de Lourdes (CMIL). La comisión médica “duró casi ocho años para el examen de la cuestión médica, con comisiones de 300 médicos y tres comisiones de especialistas”, detalló además nuestro periodista Jean-Marie Guénois. La amplitud de la investigación muestra el rigor exigido por la Iglesia Católica, que no quiere ver la multiplicación de los milagros en nombre de la fe y de Dios.