“Preservando los últimos mundos perdidos, entornos naturales remotos y entre los más ricos del planeta, antes de que sea demasiado tarde” se puede leer en el sitio web de Naturevolution, una asociación que ofrece misiones de protección ambiental a Madagascar e Indonesia. El ecovoluntariado combina el descubrimiento de nuevas regiones del mundo y proyectos para preservar la fauna o la flora de un país. A diferencia del simple ecoturismo, donde prima la observación, el ecovoluntariado implica la participación activa del voluntario. Y a veces requiere tiempo de entrenamiento.

El compromiso del voluntario puede tomar muchas formas: “Hay mucho ecovoluntariado. En Brasil, por ejemplo, está floreciendo la protección de especies emblemáticas organizadas por asociaciones. En Chile, los proyectos suelen venir de la sociedad civil, en conjunto con universidades u organizaciones conservacionistas, y pueden, por ejemplo, tomar la forma de un inventario de fauna o flora…» explica Fabien Bourlon, investigador en innovación territorial y turismo .

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Durante una misión de ecovoluntariado, la ecología y lo social se entrelazan voluntariamente. Lo que Evrard Wendenbaum, fundador de Naturevolution, afirma con orgullo. “Inicialmente nos enfocamos exclusivamente en la conservación de la naturaleza, antes de tomar conciencia de la importancia de involucrar a las comunidades locales en este proceso. Sus condiciones de vida impactan directamente en los ecosistemas: la altísima precariedad puede, por ejemplo, conducir a la caza furtiva. La asociación ofrece así actividades de reforestación, sensibilización ambiental, patrullajes de ecoguardias, reforestación de manglares, etc. Además de la construcción de escuelas, la formación de profesores, la creación de huertas, etc. Todo esto por la suma de 3200 euros por una estancia de tres semanas en Madagascar – vuelo incluido. Nota: las misiones de ecovoluntariado de la asociación están exentas de impuestos en dos tercios del costo del proyecto.

Recogidos desde su llegada al aeropuerto, los voluntarios son trasladados al lugar donde se desarrollará la misión durante dos o tres semanas. “En Madagascar, trabajamos en un territorio muy remoto: se tarda dos días en llegar al macizo de Mackay. En Indonesia, se tarda medio día en llegar al bosque primario de la isla de Sulawesi”, especifica Evrard Wendenbaum. El resto del tiempo, el voluntario se moviliza en un proyecto, excepto cuando es necesaria una formación (breve). Durante las misiones de protección de los arrecifes de coral en Sulawesi, por ejemplo, primero se lleva a cabo una sesión informativa de los científicos para informar al viajero sobre las especies de peces indicadoras (es decir, aquellas cuyo comportamiento da indicaciones sobre el estado de los arrecifes de coral). Solo entonces se sumergen a lo largo de una cuerda para registrar los resultados de sus observaciones. «Todavía les ofrecemos un momento para descubrir el territorio, a través de una caminata o una noche en el bosque, por ejemplo».

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Este tipo de viaje permite adquirir nuevas habilidades: «El voluntario se forma en el marco de una experiencia bastante atípica», subraya Pascal Mao, investigador en planificación, desarrollo y gestión de territorios recreativos turísticos. Esto, al tiempo que da sentido a su estancia e se integra a una dinámica que lo supera, en la que cruza sus observaciones con las de científicos en busca de datos, universidades, municipios y asociaciones organizadoras.

Los beneficios de la experiencia no se limitan a la duración de la misión. “Además de sus efectos a escala (a veces ultra) local, el proyecto de ecovoluntariado tiene varios beneficios a otras escalas. Podemos señalar, por ejemplo, el tema de la ecología del cuerpo: nuestras percepciones del mundo evolucionan cuando nosotros mismos estamos involucrados. El compromiso físico da una profundidad completamente nueva al compromiso mental», descifra Fabien Bourlon. Efecto que Evrard Wendenbaum observó en sus voluntarios: “Se van con una mayor conciencia ecológica, quieren cambiar su estilo de vida”.

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Sin embargo, el ecovoluntariado presenta una contradicción: la preservación de la fauna o la flora a menudo requiere viajar varios miles de kilómetros… En avión. “Somos conscientes de ello, asegura Evrard Wendenbaum. Pero controlar todo de forma remota no funciona. Entonces, estoy extendiendo mi presencia allí permaneciendo varios meses en el campo. Y organizamos la mayoría de las misiones de tres semanas en lugar de dos. Y, como muchos otros sectores del turismo, el voluntariado ecológico también está sujeto a abusos: por lo tanto, surgen regularmente muchos proyectos de lavado verde. “Me han hablado de prácticas durante los llamados avistamientos de tortugas en México que encajan más en el turismo de masas que en el ecoturismo. Hay muchas estafas”, denuncia Pascal Mao.

¿Cómo evitarlos? Dos palabras, para Fabien Bourlon: «Averigua» tanto como sea posible sobre el proyecto. Para Pascal Mao, la estancia elegida debe cumplir con uno de estos tres criterios: o entrar en un protocolo científico (realizado de principio a fin por investigadores); o ser parte de un trabajo de conservación cuyo interés general ha sido probado (como los parques nacionales privados en América del Sur creados por Douglas Tompkins); o, finalmente, ser una obra de rehabilitación cuyo interés general haya sido probado.

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A pesar de cierto éxito, el ecovoluntariado está luchando por reiniciarse desde la pandemia de Covid-19: “Pensamos que habría una locura importante después del confinamiento, pero no fue así. La recuperación no ha estado a la altura de nuestras expectativas», lamenta Evrard Wendenbaum. Sin embargo, los perfiles de los conquistados por la práctica son diversos: jóvenes, jubilados, activos… «Realmente está abierto a todo el mundo, siempre que seas amable y estés en buenas condiciones físicas». Además, entre los que ya han participado en una misión, muchos son los que vuelven a empezar, a veces varias veces. “Casi uno de cada dos ecovoluntarios participa en más de un proyecto con nosotros”.

Recurrencias que en parte se explican por la consagración del turismo en busca de sentido, que apareció hace unos años: “Viajes, sí, pero viajes útiles: con el ecovoluntariado, existe esta autolegitimación del turismo”, explica Pascal Mao. A esto se suma el auge de las críticas al turismo más tradicional. “La sociedad es globalmente cada vez más responsable; los temas ecológicos y sociales se venden hoy».