Gilles-William Goldnadel es abogado y ensayista. Cada semana, descifra las noticias para FigaroVox.
He indicado a menudo en estas columnas cuánto me inspiraban desconfianza comercial los mercaderes de virtudes y cuánto me mantenía a una respetable distancia de los que impartían lecciones morales.
También sé que los defensores del wokismo tienen poco apetito por la realidad y más por el sentimiento imaginario.
Por estas dos razones combinadas, admito que le di a las afirmaciones fácticas o ideológicas de la diputada Sandrine Rousseau solo un crédito limitado.
Pero no me imaginaba su capacidad imaginativa para distanciarse de la realidad objetiva o, dicho de forma más llana: para mentir.
Gracias por tanto a la emisión “Complemento de investigación” de un audiovisual público que suelo complementar sólo con economía. Y más particularmente a su entrevistador, el muy riguroso Tristan Waldeck que, con su aire de no tocarlo, consigue, sin mucho apoyo, confundir a los mercachifles.
Esto es exactamente lo que sucedió con el diputado ecologista radical el pasado jueves. Y tres veces.
La première reprise où s’est fait doucement reprendre l’intéressée concerne les accusations qu’elle formula contre son camarade de parti, Éric Piolle, mais également rival pendant la primaire des EELV pour représenter le parti écologiste d’extrême- gauche à l’ elección presidencial. Recordamos que la candidata ecofeminista acusó tajantemente al alcalde de Grenoble de haberla empujado.
Sandrine Rousseau reclama hoy contra las pruebas que nunca acusó a su exrival de haberla empujado a las universidades de verano.
Sin embargo, cuando su entrevistador le recuerda que ella había tuiteado que estos empujones “no eran un invento”, solo puede balbucear explicaciones incomprensibles.
Segunda recuperación: según Sandrine Rousseau, el entonces Ministro de Servicios Públicos, Gérald Darmanin, intervino para impedirle obtener la gestión de Sciences Po Lille.
Pero como escriben sobriamente los periodistas de France 2: «nuestra investigación contradice los hechos».
Y con razón, mientras Sandrine Rousseau afirma perentoriamente haber sido llamada por uno de los miembros del jurado que le habría leído por teléfono un mensaje de texto de Gérald Darmanin recordándole sus vínculos jerárquicos y animándola a votar en su contra. , la interesada, entrevistada en el programa, directora del IRA, que sin embargo había votado por ella, desmiente con fiereza esta versión que atribuye a la imaginación desenfrenada de la diputada.
Otro miembro del jurado, Anne Bazin, se siente insultada por lo que considera fabricaciones. Finalmente, recordamos que Sandrine Rousseau fue duramente golpeada. Al final de la recuperación, se escucha el caso.
Pero la tercera mentira probada -porque implícitamente confesada- tiene consecuencias mucho más graves para el futuro de la señora Rousseau.
Se trata del voto del futuro candidato a diputado en el distrito XIII de París.
Como explican los productores del programa: «En 2022, Sandrine Rousseau se inscribió en las listas electorales del distrito XIII gracias a un certificado de residencia que nunca ocupó». Confundido y confundido durante la entrevista, el diputado admite no haber vivido nunca en el departamento indicado en el certificado. «Estaba apostando por este apartamento», trata de justificarse desesperadamente ahora…
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Como escribe el periodista entrevistador con incuestionable rigor jurídico en Twitter:
Efectivamente, inscribirse en las listas electorales de una circunscripción en la que nunca se ha vivido es un delito, según el artículo L88 del Código Electoral que establece: «Quienes, con ayuda de declaraciones fraudulentas o certificados falsos, se inscriban indebidamente en un lista electoral (…), incurrirá en prisión de un año y multa de 15.000 euros”. Sin embargo, continúa tan rigurosa como implacablemente. “Sandrine Rousseau aún no vivía en París 13: ni el 1 de marzo (establecimiento del certificado de residencia) ni el 4 de marzo (cierre de las listas electorales) ni el 10 de abril (primera vuelta de las elecciones presidenciales donde fue fotografiada votando sin tener derecho hacerlo en el siglo XIII).
En resumen, un abogado de duelo resumiría todo esto sintéticamente como un delito menor de falsificación. Nos sorprendería que con este grado de publicidad de éste, el parquet no aparezca de forma espontánea o que un ciudadano amargado no anuncie la ofensa a éste.
Siendo la naturaleza humana como es, uno puede imaginar el estado de ánimo de Éric Piolle, Gérald Darmanin o incluso Adrien Quatennens que había saldado su deuda legal con la sociedad humana cuando Sandrine Rousseau exigió aún sin amabilidad su exclusión del hemiciclo.