“Estamos en Ryde Beach. Es un lugar tan hermoso e inspirador, pero hay vertederos de alcantarillado y no puedo evitar preguntarme si es seguro allí”, dijo Chani Kind. El verano pasado, el hijo de esta madre de 40 años se bañó allí y cogió una gastroenteritis. Los amigos de la Sra. Kind también han sufrido infecciones urinarias, estomacales y oculares. Esta portavoz de la asociación Surfers Against Sewage, que lucha contra la contaminación de ríos y costas, señala a pocos metros el lugar donde una tubería sumergida vierte regularmente aguas residuales directamente al Canal, en esta inmensa playa de la Isla de Wight (Reino Unido). ) frente a la costa sur inglesa.
Los sistemas de alcantarillado británicos, que datan del siglo XIX, están diseñados para descargar los excedentes al mar en caso de fuertes lluvias, para evitar la obstrucción de las tuberías en las viviendas. Pero se acusa a los operadores de descargar aguas residuales con regularidad, incluso en medio de sequía, y de no haber invertido en adecuar sus redes al crecimiento de la población.
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Resultado: el verano pasado, muchas playas tuvieron que cerrar en medio de una ola de calor porque el agua del mar contenía demasiadas bacterias. Surfers Against Sewage acaba de publicar una lista de 83 playas a evitar. La Isla de Wight tiene tres. Para los locales, el problema se vuelve abrumador: ya no pueden ir a la playa sin consultar las aplicaciones de las compañías de agua, como Thames Water o Southern Water, para saber si se están produciendo descargas al alcantarillado. «Me pesa en la moral», dice Chani Kind.
Eddie Truelove, un ingeniero jubilado de 80 años, y su esposa confiesan que ya no se bañan ni caminan por la playa e incluso dudan en dejar que su perro deambule por la arena, por temor a que se contamine. El alcalde de Ryde, Michael Lilley, atribuye el problema a la falta de inversión en la red, la financiación insuficiente de demasiadas agencias reguladoras, pero también al cambio climático que aumenta los episodios de lluvias torrenciales.
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En lugar de ser absorbida por los suelos ahora resecos, el agua surge y obstruye las tuberías que descargan el excedente en la playa. Casi 302.000 vertidos de aguas residuales se registraron el año pasado en el Reino Unido en ríos o zonas costeras. La ministra de Medio Ambiente, Therese Coffey, bajo el fuego de los críticos, promulgó el martes un plan de inversión de 1.600 millones de libras y reforzó los poderes de los reguladores, que podrán imponer multas “ilimitadas”.
Las autoridades también han anunciado que es posible que se prohíba a las empresas de agua pagar dividendos si no cumplen con las normas ambientales. «Es demasiado poco, demasiado tarde», critica un líder del partido ecologista británico, Adrian Ramsey, quien dice que las operadoras, en gran parte propiedad de fondos o empresas extranjeras, siempre pueden aprovechar su laxitud.
Muchas empresas del sector cosecharon grandes ganancias el año pasado mientras recompensaban generosamente a sus accionistas y gerentes, a pesar del escándalo. “Es más barato pagar multas que hacer las inversiones necesarias”, lamenta Michael Lilley, alcalde de Ryde. La situación lleva dos años empeorando y «tememos por el futuro», insiste, porque «dependemos del turismo».
«¿Quién quiere nadar en las cloacas?», pregunta, denunciando también las consecuencias para la flora y la fauna, incluidas las aves migratorias y los famosos cangrejos de la isla, cuya población está disminuyendo. El problema va más allá del Reino Unido: en 2019, las playas cercanas a Marsella, en el sur de Francia, fueron prohibidas para nadar en plena temporada de verano. Michael Lilley ha iniciado acciones legales contra el operador local, Southern Water, mientras trabajaba con la empresa, por lo que quiere instalar barriles de captación de agua de lluvia en cada residencia. Southern Water, por su parte, asegura que “Wight es una de nuestras regiones prioritarias” como parte de un vasto programa de modernización de la red.