Le Figaro Burdeos
La tensión sube al mismo tiempo que el termómetro en el centro de detención preventiva de Gradignan. Sometidos a un fuerte calor, los detenidos están nerviosos. Las amenazas, los ataques y los incidentes van en aumento. Todo ello en un contexto donde han cesado los beneficios del sistema stop nuts puesto en marcha a mediados de mayo: la semana pasada la ocupación penitenciaria volvió a ser del 216%, con 70 colchones por el suelo. “Cada vez hay más reclusos y cada vez menos personal. Va a ser una locura. La única pregunta es ¿en qué prisión primero?”, suspira con cansancio una fuente muy cercana al caso.
Una pesadez cotidiana a la que se suma el problema del narcotráfico. Avistado en la noche del viernes al sábado a las 4:35 a. m. gracias a la vigilancia de una torre de vigilancia, un dron depositó así un paquete que contenía 480 gramos de cannabis y una tarjeta SIM en una celda del quinto piso del edificio A, poblada por hombres. . Esta no es la primera vez. “Dada la cantidad, no es para consumo personal. Además, en la celda se encontraron bolsas de embalaje”, especifica Hubert Gratraud. El representante sindical de Force Ouvrière (FO) está doblemente preocupado.
Además del narcotráfico en el penal que confirma esta nueva entrega -apenas un mes después de la condena de un guardia penitenciario corrupto-, advierte del inmenso fallo de seguridad que esto supone: «La atalaya pudo detectar el dron, se es admirable por la noche y el paquete fue incautado en la madrugada. Pero, llegó a su destino. Uno pensaría que los repartidores fueron guiados desde adentro por teléfono. Y sobre todo, este paquete muy bien podría haber contenido un arma, un cuchillo o explosivos.
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Aunque la administración penitenciaria se esfuerza por luchar contra estas llegadas de drogas y, de hecho, se ha abierto una investigación policial bajo la dirección de la fiscalía por los hechos mencionados, no obstante, siguen siendo un lugar común. “Desafortunadamente, esto se está volviendo común. Lo que es más preocupante es que antes solo hablábamos de cannabis. Ahora también hay cocaína”, analiza una fuente alta en la jerarquía penitenciaria. Antes de enfatizar: “Las drogas no suenan bajo las rejas. Si no hay cacheos…”
La persistente falta de guardias penitenciarios, la serpiente se muerde la cola. Para disgusto de los primeros interesados. “Hacía años que no se investigaba a un guardia de prisiones. Y hay una forma de paz social que opera tácitamente: los presos están más tranquilos con sus productos que sin ellos. Sin embargo, a largo plazo, esto desarrolla la “caïda””, lamenta Sébastien Panazol, guardia de la prisión de Gradignan desde 2011.
Para Force Ouvrière, la mejor manera de luchar contra estas llegadas de drogas sería reparar las rejas. La mayoría de las placas de malla trenzada colocadas en las ventanas de los presos están perforadas. “Todo el mundo sabe que es un flagelo y una prioridad, pero la administración se mantiene evasiva. No estamos cerca de los 50.000 euros para garantizar la seguridad de las cárceles”, insiste Hubert Gratraud.
Si oficialmente se ha solicitado presupuesto al Estado para reparaciones repartidas entre 2023 y 2024, aún no se ha obtenido. Y por una buena razón: mientras se construye un nuevo centro de detención preventiva para albergar a los detenidos de Gradignan, esta obra implicaría, además de sus costos, poder asegurar las barquillas de los trabajadores de los paseos. La tensión no parece estar a punto de disminuir…