Casi dos mil gags y la fuente no se seca. El nuevo álbum de Boule et Bill, Te fait pas d’Bill, es como los 43 anteriores. Los sucesores de Jean Roba se han mantenido fieles al espíritu y al universo del maestro. Bill siempre hace travesuras y Boule siempre encuentra una manera de superar sus propias travesuras, ¡especialmente cuando llega el momento de que papá firme el informe escolar! Las orejas de Bill que le permiten jugar a la pelota, o el problema de una caseta de perro en la que se niega a dormir son descubrimientos que se suman a todos los de una serie que tiene más de sesenta años y no los realiza. La fuente de los chistes evidentemente no se agota para la felicidad de los mayores, sino también de las nuevas generaciones que descubrirán, leyendo el día a día de esta familia, un mundo donde se vivía bien.
A Jean Roba siempre le han gustado los perros y, en particular, los cocker spaniels. Así es como, naturalmente, eligió dibujar uno cuando el editor jefe de Spirou le pidió que creara un cuento para uno de los minicuentos, para recortarlo, luego graparlo y colocarlo tradicionalmente en el centro de el semanal. Así imagina un dúo parecido a Philippe, su hijo de 7 años, al que apoda Boule, y su cocker spaniel, llamado Bill. En los días siguientes a la publicación de Boule contre les mini-sharks, los jóvenes lectores mostraron su entusiasmo. Se decidió entonces que las aventuras de Boule y Bill continuarían, en la revista, a razón de una página por semana.
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A los 30 años, Jean Roba se convirtió en uno de los pilares de un periódico al que ingresó en 1957, después de formarse en una escuela de artes decorativas de Bruselas y de su primera experiencia profesional como ilustrador y luego director de un estudio de creación en un sector publicitario. agencia. Franquin, que se dio cuenta de su rasgo, lo contrató para colaborar en los decorados de tres aventuras de Spirou et Fantasio, Spirou et les Hommes-bulles, Tembo Tabou y Les Petits Formats. Tres años después, en el momento de crear su propia serie, Jean Roba alberga la esperanza de mantenerla viva durante un año, tal vez más. No sabe que acaba de empezar un maratón que durará más de 1.000 semanas. Desde el principio estableció una regla de la que nunca se desviaría. En un mundo cuyos excesos no dejan de preocuparle, decide jugar a su manera la carta del contrapeso escribiendo y dibujando historias exclusivamente simples, incluso ingenuas, cuyas imágenes se parecerían a estos álbumes de fotos, donde clasificamos recuerdos de momentos felices. Alérgico a todo lo que se refiere a la realidad cotidiana, y en particular a las contingencias administrativas, se refugia así en un mundo infantil que hubiera soñado no abandonar nunca.
Ofrecer estos momentos de sonrisa, a veces será difícil. Rápidamente se da cuenta de lo difícil que es mantenerse al día con el chiste semanal. Tienes que encontrar la idea más original posible cada vez. Para lograrlo es necesario mirar y escuchar a los demás, y no sólo a los más cercanos. Las estupideces que un perro nunca deja de hacer a diario, como robar una pierna de cordero, por ejemplo, pueden hacerte sonreír una vez, pero no dos. En su opinión, ¡ningún chiste debería ser como el anterior! Observador constante del mundo que lo rodea, regresa una tarde, muy enojado, de un día de playa e inmediatamente se apresura a su mesa de dibujo. Así nace una página donde, al borde del océano, Boule y Bill descubren la fauna marina que huye de un mar que se ha vuelto negro. En una época en la que la contaminación no era un tema de actualidad, se convirtió, sin saberlo, en un pionero de la ecología. Finalmente, habiendo aprendido de Franquin la absoluta exigencia por el más mínimo detalle, sistemáticamente se toma el tiempo para añadir a una prenda o a un comportamiento un toque inusual, que el lector no necesariamente notará en la primera lectura.
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Enfermo de poliartritis, dejó definitivamente el lápiz en 2003 y pasó el relevo a Laurent Verron, uno de sus asistentes más fieles. Hoy le toca el turno a Christophe Cazenove y Jean Bastide. Con el álbum número 44, No te preocupes por Bill, nosotros tampoco nos preocupamos por eso. Los autores se mantuvieron fieles a la pata del amo, pero también a la de su perro.
No te preocupes por Bill, Christophe Cazenove y Jean Bastide basado en Roba, Dargaud, 48 páginas, 11,95 euros.
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