Este es un incidente que a ningún viajero le gustaría vivir mientras vuela. Un Boeing 737 de Ryanair que volaba de Belfast (Irlanda del Norte) a Edimburgo (Escocia), el martes 17 de octubre, se vio obligado a dar la vuelta unos treinta minutos después del despegue debido a un fallo en una puerta. La prensa británica transmite testimonios de pasajeros que describen una atmósfera «aterradora» a bordo y una tripulación «llorando». Si se investigan las causas exactas, parece surgir un camino: un sensor de puerta defectuoso. Al menos esa es la conclusión a la que llegó la tripulación.

¿Cómo pudo producirse un incidente así, calificado por la aerolínea de bajo coste como un “problema técnico menor”, ​​a pesar de las estrictas normas de seguridad vigentes en el sector aéreo? En este caso, “habría que hablar de una mala estanqueidad y no de una puerta abierta”, subraya Xavier Tytelman, experto en aeronáutica y fundador del Centro de Tratamiento del Miedo a Volar (CTPA). Las fotografías que circulan en las redes sociales muestran que “las juntas de goma que rodeaban la puerta en cuestión no garantizaban un sellado perfecto”. Esta falta de bloqueo puede provocar ruido de aire y provocar náuseas o dolores de cabeza.

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¿Suficiente para poner en peligro a los pasajeros? “No, si el incidente se detecta a tiempo, como ocurrió en este robo”, afirma Xavier Tytelman. La activación de una señal de emergencia en la cabina poco después del despegue permitió al piloto iniciar un aterrizaje de emergencia. “Más allá de los 3.000 metros de altitud, este hecho de no cerrar la puerta podría haber provocado una despresurización de la cabina, lo que habría obligado a los pilotos a descender a una altitud menor, donde el aire se vuelve más respirable. Este procedimiento, que puede parecer impresionante a los pasajeros, lo dominan perfectamente los pilotos”, continúa el experto.

En mayo pasado, un pasajero de un vuelo de Asiana Airlines abrió una salida de emergencia en pleno aterrizaje, provocando problemas respiratorios a otros viajeros. “En este caso, la apertura fue posible por la baja altura (a 200 metros del suelo, ndr) y porque se trata de una puerta de emergencia, cuyo mecanismo de seguridad es diferente para poder ser manejada fácilmente por los pasajeros en el caso de una evacuación. Abrirlo en pleno vuelo habría sido físicamente imposible a mayor altitud debido a la diferencia de presión”, explica Xavier Tytelman. Sin embargo, manipular una puerta de pasajero hubiera sido muy difícil debido a sus complejos mecanismos, conocidos principalmente por personal capacitado. Baste decir que las escenas de películas de desastres en las que las puertas se abren en el aire permanecen en el ámbito de la ficción.

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