Maxime Tandonnet es ensayista e historiador. En particular, publicó André Tardieu. L’incompris (Perrin, 2019), que acaba de ser reeditado en la colección “Tempus” (de bolsillo), enriquecido con un alfabeto de sus citas.

10 de junio de 1979. La Comunidad Europea, formada por nueve Estados, elige por primera vez su Parlamento por sufragio universal, por iniciativa, en particular, de Valéry Giscard d’Estaing, Presidente de la República Francesa, y de su amigo Helmut Schmidt. , Canciller de la Alemania Federal. Los jefes de las listas francesas son entonces importantes figuras políticas: Simone Veil, ex Ministra de Sanidad y Ministra de Estado durante el gobierno de Valéry Giscard d’Estaing; François Mitterrand, líder del Partido Socialista (PS); Georges Marchais, su socio en el sindicato de izquierdas y secretario general del Partido Comunista; y Jacques Chirac, ex primer ministro y líder del neogaullista Rally por la República (RPR). Así, cuatro de los principales líderes políticos del país deciden asumir el reto de las primeras elecciones europeas. El 18 de junio de 1989, como en 1984, el nivel de los jefes de lista se mantuvo más alto que nunca con un ex jefe de Estado, Valéry Giscard d’Estaing; el ex primer ministro Laurent Fabius; siempre Simone Velo; y Antoine Waechter, líder medioambiental.

Especialmente a partir de 2004, los dirigentes políticos dieron la espalda a estas elecciones y dieron paso a personalidades de segunda categoría: Henri Weber, del PS; Tokia Saïfi, por la Unión por un Movimiento Popular (UMP); Jean-Louis Bourlanges por los “giscardianos”; Jacky Hénin por el Frente Nacional, representado hasta entonces por Jean-Marie Le Pen. La evolución de la participación en estas elecciones refleja el nivel de los jefes de lista en la jerarquía política: del 60% en 1979, pasó al 40% en 2004.

Con el paso de los años, el debate de ideas y los intercambios sustantivos se desvanecen de la campaña europea. La pelea organizada entre Valérie Hayer y Jordan Bardella, este 2 de mayo de 2024, dio un buen ejemplo de pobreza intelectual, manipulación y desprecio hacia el votante: ¿por qué estos dos en detrimento de todos los demás? El debate televisado de junio de 1979 entre los cuatro cabezas de lista tuvo un cariz completamente diferente, demostrando un cierto nivel de visión sobre el peligro burocrático de la integración europea, el interés de una asamblea elegida por sufragio universal para intentar conjurarlo, la funcionamiento de la democracia y, siempre, en un clima de respeto mutuo. Los cuatro -incluido François Mitterrand- acordaron rechazar el avance hacia una Europa supranacional en detrimento de las democracias nacionales… ¿Cómo podemos imaginar hoy un debate de este nivel, tanto en el fondo como en la forma?

2024 también confirma la tendencia observada especialmente desde hace veinte años: la de una fuga de líderes políticos experimentados de cara a estas elecciones. Las prohibiciones de mandatos múltiples no explican del todo este desencanto. En el pasado, los más altos dirigentes políticos no tenían problemas para ejercer su mandato como parlamentarios europeos: Jacques Chirac, Simone Veil, Valéry Giscard d’Estaing, Michel Poniatowski, Édith Cresson, etc. Sin embargo, sorprende que entre los seis primeros líderes franceses en las elecciones al Parlamento Europeo de 2024, por orden de preferencia en las encuestas, se encuentren Jordan Bardella, Valérie Hayer, Raphaël Glucksmann, François-Xavier Bellamy, Manon Aubry y Marion Maréchal, no uno solo. ha ocupado jamás el cargo de ministro… Ninguno ha asumido funciones políticas de alto nivel en una autoridad local… Y en total, la experiencia profesional real y seria de los seis – aparte de François-Xavier Bellamy, profesor -, acumulada , parece muy miserable…

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¿Debemos creer que la experiencia de ejercer responsabilidades reales en la gestión del Estado, de un ayuntamiento, de una empresa o de la vida cotidiana será inútil en lo sucesivo para legislar sobre los asuntos de Europa que conciernen a todos los ciudadanos? La renovación de la clase política es ciertamente necesaria, pero no a costa de la desconexión y el amateurismo…

Además, ¿qué recordaremos de esta precampaña europea? En primer lugar, al igual que la política nacional, la obsesión por los trucos publicitarios a través, por ejemplo, de la carrera por la caza furtiva -en este juego, la Agrupación Nacional ha tomado ventaja-, la política de espectáculo centrada en la recuperación de las tragedias actuales -la guerra en Ucrania, en Oriente Medio, la violencia en Francia… El nivel de los discursos y de los debates es generalmente insípido o cliché, como este jefe de lista, preguntado sobre la inmigración, que acaba balbuceando que este tema concierne “sólo a los actores económicos” (sic). Todo sucede como si el síndrome del “jabón” que impregna las elecciones presidenciales contaminara toda la democracia: el juego de la actuación y la seducción, la búsqueda del sensacionalismo y de un buen truco mediático no terminan nunca de destruir el debate de ideas. En este sentido, Jordan Bardella y Raphaël Glucksmann han demostrado ser hasta ahora, con diferencia, los más exitosos. Pero ¿cómo no ver hasta qué punto la precampaña, de la que faltan los grandes temas sobre el futuro de Europa, se tambalea en la polémica y en la era del vacío?

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Entonces, ¿por qué los candidatos a los más altos cargos de la República, cualesquiera que sean los partidos, evitan esta elección contraria a su espíritu inicial? Incluso hasta el punto de delegar a subtenientes que, obviamente, no están todos a la altura de la tarea… La paradoja es aún más sorprendente desde que el Parlamento Europeo ejerció en 1979, en una Europa de nueve, un papel principalmente consultivo, mientras que en 2024 se convirtió en el verdadero legislador todopoderoso de la Unión Europea de los 27… En verdad, más allá de las profesiones de fe más europeístas o federalistas -tema de la «soberanía europea»-, los líderes políticos han integrado la creciente impopularidad de las instituciones de la Unión Europea. Unión Europea, percibida como burocrática y distante de los ciudadanos – o peor aún, la indiferencia que se expresa en una tasa de abstención predecible de más del 50%. Calcularon que para su imagen personal, era mejor no tocarlo, o ni mucho menos… Básicamente, la clase política de 2024 -en su conjunto- es sin duda mucho más europeísta que la de 1979, pero mucho menos europea.