En julio, misiles rusos cayeron sobre Odessa. Resultado, dos civiles muertos y veinte heridos. Por el lado material, el centro histórico de la perla del Mar Negro, clasificado de urgencia como patrimonio en peligro por la Unesco en enero, también resultó duramente golpeado. Una cincuentena de sitios culturales, incluida la Catedral Ortodoxa de la Transfiguración, sufrieron las bombas. Enviada al lugar entre el 29 de julio y el 1 de agosto, una misión de la UNESCO evaluó los daños y revisó sus estimaciones al mismo tiempo. “Desde la visita, está claro que la magnitud del impacto en el centro histórico de la ciudad es mayor de lo que se esperaba inicialmente”, explica Chiara Dezzi Bardeschi, representante de la institución de la ONU en Ucrania.

En París, en la sede de la UNESCO, hay un aumento significativo en la destrucción del patrimonio en Ucrania. “Vemos que se está acelerando, nos dicen. Cada semana, recibimos más y más informes. La organización internacional ha contabilizado 274 bienes culturales dañados desde el inicio de la guerra el 24 de febrero de 2022. Por su parte, desde esa misma fecha Ucrania acusa a Rusia de haber dañado al menos 763 sitios culturales. En un comunicado publicado el 7 de agosto, el Ministerio de Cultura de Ucrania especifica que “según datos de las administraciones militares regionales, 23 sitios fueron completamente destruidos, 625 sitios parcialmente dañados y se desconoce el alcance de los daños en 115 sitios”. La diferencia parece enorme. Sobre todo porque extrapolando un poco, la Fundación Smithsonian de Nueva York estima los sitios culturales dañados en casi 1.600 casos. Pero según Krista Pikkat, directora de Cultura y Situaciones de Emergencia de la organización de la ONU, estas discrepancias se deben a una diferencia en la metodología.

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“En la Unesco cruzamos fuentes, explica Krista Pikkat. Cuando se informa que un sitio cultural está dañado, primero lo confirmamos con imágenes satelitales de nuestro socio Unitar (el Instituto de Investigación de la ONU), luego lo confirmamos con fuentes confiables en el sitio”. Estos métodos no permiten que la institución sea exhaustiva. «El problema en Ucrania es que no siempre puedes estar sobre el terreno, especialmente en las zonas de combate», añade. Además, la clasificación de los sitios patrimoniales es potencialmente diferente. “En la Unesco utilizamos las disposiciones del Convenio de La Haya de 1954”, explica Cultura y Situaciones de Emergencia. “Este texto define qué es un bien cultural y también criterios para su estado de destrucción”, recuerda Krista Pikkat. El Ministerio de Ucrania no está sujeto a esta convención y las definiciones pueden variar. “Es difícil saber cómo categorizan los bienes culturales”, señala.

“Nuestras misiones son sobre todo organizar la reconstrucción después de la guerra y evaluarla financieramente”, agrega Krista Pikkat. Y según Audrey Azoulay, directora general de la Unesco, la inversión será colosal. En abril, en una visita a Kiev, Chernihiv y Odessa, predijo que “para reconstruir pero también para corregir la situación, será necesario invertir 6.900 millones de dólares en el sector cultural de Ucrania durante los próximos diez años”.

Krisat Pikkat ofrece otras explicaciones. “El propósito de la operación para nosotros es primero crear conciencia sobre los crímenes de guerra contra el patrimonio”. Esto debería hacer posible la organización de un juicio ante la Corte Penal Internacional. En 2018, el organismo judicial emitió una orden de captura contra un yihadista del grupo Al Qaeda. Fue acusado de crímenes de lesa humanidad por haber, entre otras cosas, «participado en la destrucción de los mausoleos de santos musulmanes en Tombuctú» entre 2012 y 2013, describe una nota de prensa de la ONU.

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“Saber quién destruyó lo que no nos interesa, nuestro enfoque es ante todo científico”, concluyó Thomas Mallard, jefe del servicio de prensa de la institución internacional. Para el Ministerio de Cultura de Ucrania, la cuestión es bastante diferente. Tanto Ucrania como Rusia están librando una guerra de información. El 9 de febrero de 2023, con motivo de la presentación de un informe de sus servicios, el jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, afirmó que “la guerra no sólo la hacen los soldados en el campo de batalla; también está en el campo de la información para ganarse los corazones y las mentes de la gente”. En Ucrania, «ponen tantos bienes culturales como sea posible en su lista», dice Krista Pikkat.