Frédéric Douet es profesor en la Universidad de Rouen-Normandy. Último trabajo publicado: Antimanual de psicología tributaria – Técnicas para desplumar a los contribuyentes sin hacerlos gritar demasiado (Enrick B. Ediciones, 2020).

Luchar eficazmente contra el calentamiento global es una cuestión real y seria, una cuestión que la tecnoestructura ha asumido decretando una revolución que debería llevar a Francia a la neutralidad en carbono en 2050. Sin embargo, es posible dudar de su capacidad para llevar a cabo esta revolución en un país en el que es común tener que esperar mucho tiempo solo para obtener un pasaporte o una cédula de identidad.

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Las recetas para lograrlo son siempre los mismos procesos trillados, a saber, el control social y la fiscalidad. Un buen impuesto siendo un impuesto pagado por otros, el economista Jean Pisani-Ferri es partidario de un gravamen excepcional y temporal del 5% que pesaría sobre los activos financieros del 10% de los hogares más ricos. En materia fiscal, sin embargo, lo temporal tiene una molesta tendencia a convertirse en permanente, recordemos el ejemplo de la contribución para el repago de la deuda social (CRDS) aún vigente después de haber sido instituida originalmente con carácter temporal y excepcional en 1 de febrero de 1996 por un período de trece años.

La tasa que pide Jean Pisani-Ferry estaría destinada a aplicarse en un plazo de treinta años a cuatro millones de hogares, es decir, a contribuyentes que ganen más de 4.000 euros al mes. Durante la cumbre para un nuevo pacto financiero global del 22 y 23 de junio de 2023, el presidente Macron dijo que estaba a favor de la fiscalidad internacional, en particular de financiar los esfuerzos a realizar en materia climática.

El mal francés es creer que los impuestos son el alfa y el omega de las políticas públicas. Por lo tanto, hay poco que obligarse a ver en el horizonte un impuesto sobre el patrimonio (ISF) supuestamente «verde» dirigido a los edificios, siendo los inmuebles desde hace varios años más gravados por su carácter no reubicable. Este impuesto podría calcularse en función del volumen de emisiones de CO2 de cada edificio, o incluso incrementarse si se trata de una residencia secundaria, una vivienda desocupada o una vivienda que se considere demasiado grande en relación con su número de ocupantes.

Los franceses ya han experimentado un intento comparable. De 1914 a 1964, los propietarios estaban sujetos a impuestos sobre la base de los ingresos de los edificios de los que se reservaban el disfrute. Este consistió en sumar a su base imponible el valor anual de alquiler de estos inmuebles. El dispositivo fue abandonado por las dificultades técnicas de implementación que planteaba en su momento. Pero hoy en día se vería muy facilitado por la declaración de ocupación impuesta a los propietarios de edificios desde 2023. Por eso algunos reclaman la vuelta de la tributación de las rentas virtuales a las que modestamente llaman rentas impagadas.

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Gracias a este juego de manos, el monto de la renta imponible aumentaría de 40 a 160 mil millones de euros por año. Una vez pasada la locura de la fábrica de impuestos, ¿por qué no ir más allá gravando también los vehículos térmicos según el CO2 que emiten o los eléctricos según el peso de sus baterías? ¿Por qué no ir más allá gravando los teléfonos inteligentes, las computadoras, las tabletas, las consolas de juegos? Sería ni más ni menos que un ISF “verde” para todos, una confiscación de la riqueza nacional por parte de los jemeres verdes en nombre de la fantasiosa disminución. En este mundo orwelliano, los tecnócratas serían los árbitros de la elegancia, decretando el bien y el mal para el vulgum pecus.

Su doxa provoca ansiedad e induce a la culpa porque los franceses, a quienes siempre se les pide más esfuerzo, se dan cuenta de que, en realidad, nada cambia. Esto se debe a que Francia solo emite un 0,9% de CO2, muy por detrás de China (28,2%), EE. UU. (14,5%), India (6,6%), pero también notablemente de Alemania (2,2%). Tantos países observándonos planificar nuestra deconstrucción.

Es sobre todo tiempo para despejar las mentes de esta ideología mortal. La lucha contra el calentamiento global conducirá a un fenómeno de destrucción creativa. Confiemos en los franceses, démosles rienda suelta para innovar, lo que significa cometer errores a veces, en lugar de querer convertirlos en víctimas expiatorias.