Existen pocos registros dedicados a la mandolina. ¡Y también lo son los mandolinistas! Razón de más para presumir, en Francia, de contar con uno de los mejores intérpretes de este instrumento italiano del siglo XVIII: Julien Martineau. Su último disco, por la variedad de trabajos que ofrece, es una auténtica maravilla. Grabados en la famosa Halle aux grains de Toulouse con la Orchestre national du Capitole, encontramos tres conciertos de tres épocas diferentes.

Por supuesto, el imprescindible Concierto para mandolina de Vivaldi, compuesto en Venecia hacia 1730, y que en los años setenta fue uno de los mayores éxitos de la grabación clásica con un millón de copias vendidas por Erato. Luego cambiamos de país y casi de siglo con el concierto de Hummel, pronunciado en Viena en 1799. Finalmente, damos un gran salto en el tiempo para encontrar a un compositor italiano del siglo XX, Calace, apodado el «Paganini de la Mandolina».

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Su Concierto nº 1 escrito para mandolina y piano, de formidable dificultad, constituye, en cierto modo, la pieza bravura del disco. La obra, que nunca antes había sido orquestada, fue excelentemente arreglada por Thibaut Perrine, también profesor de contrapunto en el Conservatorio Nacional. Es decir, una versión a años luz de las dadas en los años 20 en Italia, o en Japón frente al emperador.

El resto del CD está salpicado de obras más lúdicas como O sole mio, que creemos que fue escrita para mandolina pero que en realidad fue compuesta originalmente para piano y voz. Otra sorpresa, estas dos obras de Paganini que, poco se sabe, antes de convertirse en un violinista de renombre, se había iniciado en la música con la mandolina.

Oh sol, mi paru chez Believe