En el retrato de Ramsés II, la posición del cetro había sido sutilmente modificada, hace más de 3000 años: la imaginería científica ha revelado retoques artísticos hasta ahora invisibles en obras del antiguo Egipto, señal de que los pintores de la época supieron librarse las reglas del arte. Desde el siglo XIX, la egiptología ha considerado el arte faraónico como muy convencional, respondiendo a códigos estereotipados restrictivos, recuerda un estudio publicado este miércoles en PLOS One, la revista estadounidense de la Public Library of Science. Los pintores que trabajaban en las capillas funerarias “no escapaban a estos prejuicios”, según los cuales se habrían contentado con trasladar patrones predefinidos a las paredes de las paredes, señalan los autores. Pero al explorar las pinturas de las tumbas en el Valle de los Reyes, los científicos han descubierto rastros de una inventiva hasta ahora insospechada. En concreto en la tumba del sacerdote Nakhtamon, decorada con una representación de Ramsés II pintada unos 1200 años antes de nuestra era. El faraón está representado de perfil, con tocado y collar, armado con un cetro real. Detrás de la imagen visible se esconde una composición completamente diferente, revelada por nuevas técnicas portátiles de imagen y análisis químico, que permiten estudiar las obras in situ, sin dañarlas.
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Las herramientas están dispuestas en un pequeño robot que se mueve a lo largo de las paredes pintadas. Gracias a su visión en diferentes longitudes de onda de la luz (rayos X, ultravioleta, infrarrojos, etc.), el robot puede «escanear» la materia en profundidad, como un escáner médico, explica a la AFP Philippe Walter, investigador del Centro Nacional Francés de Investigación Científica. Research (CNRS) y coautor del estudio. Después de solo unos momentos, las características aparecieron completamente invisibles a simple vista: un collar y un tocado subyacentes que “no tienen la forma que vemos hoy”, describe el químico especializado en el estudio de materiales del patrimonio cultural. También se había retocado la posición del espectro real, para seguir un nuevo contorno de los hombros de Ramsés II, mucho más bajos que en la primera versión. “No esperábamos ver tales modificaciones en una representación del faraón supuestamente muy formal” y congelada en el tiempo, dice el egiptólogo Philippe Martinez, investigador del CNRS y coautor del estudio.
La investigación llevada a cabo por un equipo interdisciplinar ha desenterrado alteraciones similares en un enterramiento de aproximadamente la misma época (entre 1400 y 1200 años antes de nuestra era): la tumba de Menna, donde una pintura representa a este noble de Luxor con los dos brazos extendidos hacia el dios de los muertos Osiris, en señal de adoración. Implícitamente, adivinamos la presencia de un «tercer» brazo, lo que el estudio confirmó: durante el diseño, el brazo de Menna se movió para acercarse a su rostro. Los análisis químicos mostraron además cambios en los pigmentos utilizados para el color de la carne del personaje. ¿Cuántos años pasaron entre los retoques? ¿Fueron hechos por los mismos pintores? Difícil de saber, pero los científicos las consideran lo suficientemente importantes como para ver en ellas una “libertad de creación”. Esto hace añicos la visión de un arte “donde todo el diseño está preparado de antemano y donde el artista no inventaría nada frente a la pared”, analiza Philippe Martinez.
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El egiptólogo, por el contrario, asume un enfoque complejo. Ya sea por un patrocinador o por el propio pintor, ella vino a corregir una «obra que no fue juzgada nefer», término que significa perfección en el antiguo idioma egipcio -que no contiene ninguna palabra conocida para designar arte. Porque cambia «la composición misma de la imagen», el artista hace «una elección coherente», aportando un toque personal que no tiene nada que ver con la restauración de un cuadro, añade Philippe Walter. “Este mismo planteamiento complejo lo encontramos en los grandes pintores del Renacimiento: Tiziano que cambia el ángulo de sus rostros, Rafael la posición de la pierna de Cristo…”, apunta el experto. Si la práctica se confirmara en otras obras del antiguo Egipto, el arte faraónico se acercaría entonces a nuestros «patrones estéticos actuales, nutridos del arte grecorromano», sugiere Philippe Martinez.