Olivia Grégoire y Ministra Delegada encargada de la Pequeña y Mediana Empresa, Comercio, Artesanía y Turismo.
Cuando se instituyeron hace 20 años, las Jornadas Europeas de la Artesanía (JEMA), que finalizarán el próximo 2 de abril, demostraron la resistencia de un saber hacer muchas veces ancestral ante la irrupción en nuestro día a día de una economía en plena marcha hacia la un modelo globalizado, robotizado y estandarizado. Hoy, las JEMA son una oportunidad para resaltar no sólo el carácter tradicional de estos oficios sino por el contrario su plena modernidad.
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Porque estos días cobran un significado especial en un mundo en el que todo el mundo se pregunta, con razón, qué sentido tiene el trabajo para uno mismo. De hecho, nuestras expectativas y nuestros deseos ya no son los de las generaciones anteriores: muchos de nosotros nacimos en un momento en que «la inteligencia de la mano» era poco o nada considerada. A cualquiera que se convirtiera en artesano se le pronosticaban muchas dificultades, afirmando que estos oficios no iban en la dirección de la historia. Los tiempos han cambiado. Sería una locura dar el más mínimo crédito a esta tesis hoy en día ya que, más que nunca, la artesanía es una profesión de nuestro tiempo. Es así porque responde a la necesidad de independencia que cada vez más expresan los franceses. Responde también a la necesidad de sentido de nuestros más jóvenes porque lucha por preservar los gestos que constituyen nuestro patrimonio común. Son profesiones a escala humana y cuyas producciones traen orgullo y satisfacción. Basta con mirar las sonrisas en los rostros de los Compagnons du Devoir cuando le cuentan su saber hacer y su pasión.
Pero defender la inteligencia de la mano en un momento en el que la inteligencia artificial entra en nuestro día a día, ¿no es atrevido? Por el contrario, la artesanía continuará porque si los sucesores de Chat GPT logran reproducir ciertos procesos, solo serán copias pálidas. En primer lugar porque la máquina nunca sustituirá a la mano, la creatividad y el talento de nuestros artesanos. Luego, porque muchos artesanos encuentran su razón de ser en el carácter único de su creación y en la inimitable personalización que ofrecen. Finalmente, una experiencia con un artesano también se caracteriza por un vínculo único. Ninguna máquina podrá explicar con tanta alma y pasión el trabajo que ejerce. Así que comparar inteligencia artificial e inteligencia manual no tiene sentido porque son, por naturaleza, completamente opuestas. Pero, lejos de ser irreconciliables, pueden ser complementarios. La IA, a medida que se desarrolle, sin duda podrá mañana permitir a los toneleros, albañiles o alfareros gestionar mejor sus existencias, automatizar las tareas administrativas y permitirles concentrarse más en su trabajo, en su tiempo de producción. El progreso no es sólo para algunos.
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Durante mucho tiempo podremos observar la coreografía de los sopladores de vidrio alrededor de los hornos de cristal o los joyeros limando delicadamente las impurezas de un anillo que tomará forma bajo sus hábiles dedos. Los desolladores podrán continuar pasando sus manos sobre el cuero para detectar imperfecciones, ya que la artesanía francesa tiene futuro. Pero hay que seguir preservándolos, realzándolos, transmitiendo sin descanso los gestos y haciendo descubrir los horizontes que abren estas profesiones. Este es también el sentido de estos Días Europeos de las Artes y los Oficios; este será el sentido del plan que el Ministerio de Cultura y el Ministerio de Economía presentarán en mayo: un plan tanto de patrimonio como, sobre todo, de futuro.
En todas partes de Francia y de Europa, las JEMA permiten encontrarse con profesionales de la artesanía para discutir sus conocimientos. No son sólo el reconocimiento del país a sus artesanos, bien podrían ser el nacimiento de una vocación para las nuevas generaciones.