Este artículo proviene de la Revista Figaro.

Olivier Dassault tenía varios hilos a su favor: hombre de negocios, piloto de avión, parlamentario, también fue músico pero sobre todo fotógrafo. Una pasión mantenida desde los 7 años y sus primeras imágenes tomadas frente al Partenón, en Grecia. “Cuando comencé era un adolescente bastante tímido y sostener una cámara me ayudó a afirmarme: se convirtió en mi cómplice, en mi íntimo, en una parte de mí”, confiesa. Por eso nunca se separó de su Minolta XD7. Nunca miró nuestro mundo sin pensar en cómo recrearlo en sus propias formas lineales y geométricas.

Con motivo de Paris Photo, Natacha Dassault quiso rendir homenaje a su marido, fallecido en 2021, en una exposición de sus últimas composiciones. Cuarenta grabados, cuarenta obras todas ellas en abstracción que exploran el color como homenaje a Wassily Kandinsky, a quien tanto quería. Antaño retratista, que inmortalizaba a Jane Birkin o Isabelle Adjani con dulzura y poesía, a quien le gustaba difuminar las líneas, se había liberado poco a poco de las limitaciones del realismo para explorar un nuevo lenguaje, redibujar formas u objetos y componer con reflejos. “Pintar la luz sigue siendo mi credo”, le gustaba repetir para que comprendiéramos mejor la estética de sus obras.

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Durante mucho tiempo, hizo del Centro Pompidou su tema favorito, captando lo que nadie mira, los infinitos detalles de esta arquitectura moderna para extraer armonías gráficas en las que, como un pintor impresionista, acentuaba los matices aportados por la luminosidad del sol. Thierry Grillet, su amigo crítico de arte, había comprendido claramente el significado de estas refinadas creaciones que pueden confundir a los aficionados a lo figurativo: “Estas metamorfosis son la esencia de su obra. Al contemplar las superposiciones de su película, ¿cómo no reconocer el gesto de un niño que hace girar la carcasa del caleidoscopio ante su ojo encantado? Si se miran más de cerca, las fotografías de Olivier Dassault, más que un juego inteligente, son tan claras como un juego de niños.

“Expresiones abstractas”, Artcurial, París 8, del 9 al 11 de noviembre.