Patrick Martin es candidato a la presidencia del Medef.
Dentro de un año, el 9 de junio de 2024, los franceses acudirán a las urnas para elegir a sus representantes en el Parlamento Europeo. Esta elección, que naturalmente tendrá su contrapartida en cada Estado miembro, será un encuentro crucial para la Unión y su futuro. Pero ¿qué futuro?, Europa es una evidencia compartida en Medef. Sus normas tienen un impacto diario en la vida de nuestros empresarios y sus empleados. Aquí es donde nuestras empresas realizan la mayoría de sus intercambios pero también de sus inversiones en el exterior. En los últimos años, la puesta en común de parte de la deuda y el plan Next Generation han supuesto un avance decisivo. Pero Europa se enfrenta hoy a lo que debe llamarse una nueva cartografía del mundo. Debe afirmarse en el inquietante contexto de una guerra casi fría entre Estados Unidos y China con, de fondo, la disputa por la hegemonía occidental.
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Hay que tener en cuenta tanto el impacto de la IRA americana (Ley de Reducción de la Inflación), que otorga a las empresas que operan al otro lado del Atlántico una formidable ventaja competitiva, como el peso creciente de Asia -anfitriona de los dos últimos G20- y los continuos movimientos de placas tectónicas. en África y Oriente Medio. Finalmente, aún tiene que sacar las consecuencias de la guerra de Ucrania sobre su estrategia de defensa y su política energética, cuyos límites se han puesto de manifiesto en el último año. Todas estas tensiones internacionales también frustran la respuesta al desafío climático, que requeriría una amplia cooperación y en la que la Unión quiere estar al frente. Europa tendrá que actuar si quiere escapar al triste destino de una simple variable de ajuste entre los grandes bloques. El Medef no juega a la política. Su diplomacia es económica. Sin embargo, en mi opinión, la situación justifica que se marquen hoy las prioridades esenciales que deben ser las de la Unión: necesitamos una Europa unida, una Europa con más crecimiento y una Europa con menos limitaciones.
Una Europa unida porque ningún país puede garantizar por sí solo su soberanía o su seguridad frente a las pandemias, el peligro de agresiones externas o los desastres naturales. La Unión (con mayúscula) es la fuerza, es cierto tanto política como económicamente. Es por eso que el Medef debe buscar la más amplia alineación con los empleadores europeos, en particular con Alemania, para identificar posiciones equilibradas. Este es el objetivo de la reunión trilateral anual Francia-Alemania-Italia y de las reuniones bilaterales creadas hace 5 años, que debemos continuar y ampliar con nuestros principales socios.
Una Europa con más crecimiento porque solo el desarrollo económico puede asegurar la financiación de nuestra protección social al mismo tiempo que la de las imprescindibles transiciones digital y medioambiental. Nuestras empresas tendrán que desempeñar un papel decisivo en la reindustrialización, pero también en “reverdecer” el país y garantizar la protección de los seguros contra los nuevos riesgos cibernéticos y climáticos. Están a la vanguardia de la investigación, la innovación y la formación. Para desempeñar plenamente su papel al servicio de la sociedad, deben ser prósperos.
Una Europa con menos restricciones, porque las empresas necesitan ser competitivas para contribuir al crecimiento. El Medef apoya el proyecto europeo siempre que vaya en la dirección de un crecimiento dinámico y responsable. Pero queda por librar la necesaria lucha por la simplificación. ¡Sí a una regulación que promueva el progreso y la competencia leal! ¡No al exceso de estándares que genera complejidades, demoras, incertidumbres legales y costos adicionales! Esto obviamente se aplica a las pymes y las ETI, pero también a los grandes inversores europeos y extranjeros, que solo pueden elegir Europa, como muchas veces lo desean, si Europa les ofrece una acogida de la misma calidad que los otros grandes bloques, Asia y las Américas. Desde la taxonomía hasta las normas extrafinancieras, pasando por la política de competencia o el elusivo “deber de diligencia”, queda mucho por hacer en este ámbito. Quedan muchas batallas por ganar.
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Al igual que las empresas, el Medef tendrá que entregarlos a Bruselas estando aún más presente allí para seguir los debates en torno a la normativa, y participar activamente en ellos; también deberá reforzar su presencia en Washington y hacerse un pie en Asia. Nuestras empresas (¡y quienes las representan!) deben ser fieles al proyecto europeo, que defienden activamente desde hace más de treinta años, y abiertas al mundo, pero también deben estar decididas a defender sus intereses.