En Estados Unidos se declara la guerra de los blockbusters. Desde hace varias semanas, el propio actor Tom Cruise recorre los cines estadounidenses para asegurar que su próximo largometraje, Misión Imposible 7, se emita en los mejores cines del país. La película llegará a los cines el 12 de julio, una semana antes que Oppenheimer de Christopher Nolan y Barbie de Greta Gerwig, dos fuertes contendientes.

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El actor teme que una distribución de las salas IMAX -con sus pantallas de alta definición y su comodidad- desfavorable a su película lastrará sus ingresos. Otra decepción, los equipos de Christopher Nolan se aseguraron de que Oppenheimer se beneficiaría de las mejores salas del país durante las tres primeras semanas de funcionamiento.

Para evitar el accidente industrial, Tom Cruise toma su bastón de peregrino e intenta convencer a los operadores para que concedan los mejores favores a Misión Imposible, señala Les Inrocks. Sus argumentos son simples: su película, mainstream, promete mayor éxito que la de Christopher Nolan. Mostrarlo en más salas IMAX permitiría a la industria registrar más ganancias durante el verano.

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Si las noticias son bastante malas para Tom Cruise, son alentadoras para la industria cinematográfica. Los teatros, cuya muerte se anuncia regularmente, se preparan para un verano muy movido. Las tres películas, que podrían atraer a gran parte de los espectadores este verano, deben aumentar la facturación de las salas de cine. Esta guerra cinematográfica entre éxitos de taquilla, por lo tanto, debe verse como un presagio de la buena salud económica de la industria.