¿Cómo salió de su rutina Cesaria Evora, una cantante melancólica, alcohólica y deprimida, para convertirse en una estrella mundial? Un documental, que se estrena el miércoles, levanta el velo sobre el artista caboverdiano. Cesaria Evora, la diva descalza, dirigida y producida por Ana Sofia Fonseca, ex periodista portuguesa, sigue diariamente a la cantante fuera del escenario y recorre todos los períodos de una vida llena de acontecimientos que terminó en diciembre de 2011. La película comienza en 2003, durante la grabación de Voz d’Amor, disco que ganó un premio Grammy en Estados Unidos. Cesárea Évora se encuentra entonces en la cima de una gloria que le sobrevino tardía y milagrosamente. “Mis álbumes se venden en todas partes”, dice en uno de los numerosos documentos de archivo, la mayoría de ellos inéditos y privados, que forman el marco de este largometraje salpicado de sus canciones. En la siguiente secuencia nos remontamos a agosto de 1991. La mujer apodada Cize acaba de cumplir 50 años. La reputación de este vibrante y conmovedor intérprete de la morna, el blues de Cabo Verde, apenas comienza a extenderse más allá del marco de este archipiélago perdido en medio del océano Atlántico, volcánico y azotado por los vientos. “Tiene una voz única, arraigada en un territorio desnudo, que le sale de las entrañas”, afirma la periodista Bouziane Daoudi, que vino a entrevistarla en el ruinoso apartamento de dos habitaciones donde todavía vive, apenas dos meses antes de la publicación de Mar Azul, el disco que la impulsará.

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Doce años separan estas dos secuencias, durante las cuales Cesaria Evora pasó del estatus de outsider, que cantaba de vez en cuando en el Porto Grand Hotel de Mindelo para ganar lo suficiente para pagar un vaso de whisky, al de estrella internacional. Mar Azul, Petit Pays, Sodade… Sus canciones y su personalidad llegarán a millones de personas.

Ana Sofía Fonseca va y viene en el espacio y el tiempo, sitúa su viaje en su contexto histórico y social, para intentar comprenderlo. De Los Ángeles al páramo de Sao Vicente, pasando por La Habana, el director se propone descubrir a una Cesaria Evora que no es sólo la cantante que aparece descalza en los principales escenarios del mundo. “Me parece mucho más interesante conocer la historia de alguien sin seguir necesariamente la biografía tradicional pero con una estructura narrativa más rica”, explica. Para no hacer más pesada la historia, otra opción fue que no aparecieran en pantalla las personas que daban sus testimonios. Abordan con modestia pero franqueza los demonios de la cantante, su alcoholismo, su dolorosa juventud, sus fases de depresión o cansancio, pero también su generosidad. “La fuerza de Cesaria es su complejidad humana”, afirma el cineasta. “Hablamos de mujeres, en el sentido de que creo que es importante conocerlas para entender mejor su voz”. La película demuestra que ella permaneció ella misma hasta el final, sin que la fama afectara su autenticidad. Sin olvidar su apego a su “Pequeño País”. “Soy de Mindelo, es mi tierra, mis raíces”, vuelve a decir en una película en la que los paisajes de Sao Vicente constituyen el telón de fondo. Pero, sobre todo, Cesaria quería ser una mujer libre. “El primer disco que grabé en Francia se llamó La diva aux pieds nus. Fue un buen título porque nunca me gustaron los zapatos”, dice al inicio de la película. Un incipit cinematográfico que resume perfectamente el hilo conductor de su destino excepcional.