Comedia de Quentin Dupieux, 1h07

Es nuestro sueño. Levántate de tu silla en medio de la sala y dile a los desafortunados actores tu forma de pensar. Yannick, no es tímido. Después de un cuarto de hora, ya no puede más. El público de las Bouffes Parisiens no se lo puede creer. En el escenario, el reparto sigue siendo baba. Este asistente de estacionamiento solo quería entretenerse. De repente, el intruso saca un revólver. Tal vez finalmente lo escuchen así, ¿eh? Pánico en las tablas. Con Yannick, Quentin Dupieux, no siempre tan inspirado, ataca. ¡Qué gran noche! En el teatro, no lo sabemos. De todas formas, en el cine hacía tiempo que no nos reíamos tanto. La culpa la tiene esencialmente el asombroso Raphaël Quenard, sin duda la mayor revelación cómica desde Bernard Menez. EN.

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Película de animación de Yuzuru Tachikawa, 1h49

Una zambullida en aguas turbulentas en un contexto de conflictos geoestratégicos: el escenario es digno de un James Bond, del que el pequeño detective Conan sólo toma prestada la pajarita y el sentido del humor. Y por una buena razón: el investigador y estudiante de secundaria, prisionero en el cuerpo de un niño, no tiene nada que envidiar a los agentes especiales británicos o estadounidenses, y no deja de recordarlo. Para esta tercera entrega de sus aventuras estrenada en Francia (contra 26 en Japón), Conan Edogawa se enfrenta a un misterioso submarino, que intenta infiltrarse en la Boya del Pacífico, una suerte de archipiélago ultraseguro desde el que Europol está dispuesta a utilizar sus software de última generación. Esta colorida y emocionante historia encuentra un eco contemporáneo al plantear la cuestión de la generalización del reconocimiento facial en nuestro mundo. L. T.

Drama de Francesca Archibugi, 2h06

El melodrama se vierte en esta larga crónica de un amor impedido. Sus casas de veraneo eran vecinas, pero sus padres no se llevaban bien, por lo que Marco y Luisa se cruzaron a lo largo de su vida sin tener nunca un gesto inapropiado. Las muertes son tan violentas como numerosas, ahogamientos, accidentes de montaña, cánceres a raudales, con la eutanasia como plus. Los flashbacks van por todos lados. Se supone que la era está indicada por varios tintes para el cabello (aparentemente, Bérénice Béjo no quería que envejeciera demasiado). El golpe de gracia lo da una interminable noche de póquer. El ya inevitable Pierfrancesco Favino lleva todo el peso del mundo. Moretti interpreta al psicoanalista con una despreocupación que traduce lo que piensa de la empresa. La somnolencia conquista rápidamente al espectador. Pájaro por pájaro, la película debería haberse titulado «El Dodo». EN.