El objetivo declarado del gobierno de reemplazar millones de calderas de gas en unos pocos años sería «potencialmente muy costoso para los consumidores» y su historial ambiental «incierto», estimó el martes la importante asociación de defensa del consumidor UFC-Que Choisir.
La primera ministra Elisabeth Borne presentó en mayo un plan para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de Francia, en el que el cambio de calderas figura entre los primeros objetivos, sin mencionar un calendario preciso. Según el presidente de la Confederación de Artesanías y Pequeñas Empresas de Construcción (Capeb), Jean-Christophe Repon, el Primer Ministro mencionó 2026 como “plazo posible y potencialmente deseable”. Para UFC-Que Choisir, la consulta lanzada sobre el tema y que finaliza a finales de mes es un «simulacro», ya que a su juicio «desafiando las respuestas que se darán, el presidente del Gobierno ya se ha pronunciado por el fin de la comercialización de nuevas calderas de gas a partir de 2026».
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Además, la consulta se realiza “sin aportar ninguna evaluación completa del impacto ambiental de tal medida”. El gestor de la red de alta tensión RTE “no publicará hasta septiembre, es decir, una vez finalizada la consulta, un estudio destinado a “evaluar correctamente las nuevas necesidades eléctricas”, explica la asociación. El UFC-Que Choisir también alerta sobre el hecho de que los métodos de calefacción alternativos, como las bombas de calor, pueden inducir un aumento en la producción de electricidad. “Hoy no hay nada que diga que el balance ambiental de una reducción del parque de calderas de gas sería positivo”, en fin, dice.
Además, sigue denunciando la asociación, “cambiar el modo de calefacción en una vivienda mal aislada es una aberración” y podría dar lugar “o bien a una fuerte insuficiencia de calefacción, bien a un aumento excesivo del pico eléctrico en invierno”. Un último punto, que tensa la economía de muchos hogares: prohibir la comercialización de calderas de gas pesaría los costes del transporte del gas (un 30% de la factura sin impuestos actualmente) sobre «un número cada vez más limitado de abonados», sabiendo que algunos de ellos estarían físicamente imposibilitados de instalar una bomba de calor, que «no se puede montar» sin espacio exterior, apunta la asociación.