Estas últimas semanas han sido duras para el sector Agricultura. Una feria agitada en febrero, tractores hasta la capital o incluso estiércol arrojado sobre edificios políticos… los agricultores hicieron oír su voz para exigir un aumento de sus salarios y denunciar la competencia extranjera desleal. En respuesta, el gobierno trabajó en varias medidas, incluido el establecimiento de precios mínimos en los sectores, garantizando una remuneración más justa para los productores. Según una encuesta OpinionWay de la ONG Max Havelaar France, “el 86% de los franceses están a favor de la introducción” de estos precios mínimos.
Los conciudadanos también parecen apoyar las reivindicaciones de los agricultores, ya que el 59% de los franceses «consideran que las medidas propuestas por el gobierno para aumentar sus ingresos no son convincentes». Alrededor del 74% de los encuestados piensa incluso “que el Estado debería tomar medidas proteccionistas” y el 37% de ellos “le gustaría proteger mejor a los productores franceses de la competencia extranjera”. Para resolver estos problemas, que desde hace tiempo están en el centro de las tensiones en el sector, Max Havelaar propone «el concepto de comercio justo», que podría extenderse en Francia.
“Desde hace 30 años, el comercio justo aplica precios mínimos garantizados que los agricultores y las empresas adoptan voluntariamente. […] Es una respuesta clara a la ira de los agricultores, pero sobre todo al sistema de mercado en el que la volatilidad de los precios y la presión permanente sobre los productores han empobrecido una profesión vital para la sociedad”, subraya Blaise Desbordes, director general de Max Havelaar. Francia. Este principio de comercio justo nació en México hace unos cuarenta años, bajo el liderazgo del padre Francisco van der Hoff, fallecido en febrero pasado. «Este nuevo modelo económico destaca tres pilares: económico, social y medioambiental, con el objetivo de lograr una «pobreza digna» para los agricultores que les permita ganarse la vida con su producción», explica Jean-Pierre Blanc, director general de los cafés Malongo. , que aplica este concepto a su negocio.
Si el comercio justo se aplica principalmente en los países del Sur, «podría duplicarse en los países del Norte», como Francia, considera Jean-Pierre Blanc. Además de establecer precios mínimos, este concepto también permite simplificar las negociaciones entre productores y distribuidores. «Los representantes de los productores no permanecen en la misma posición más de dos veces y compartimos el valor entre el productor, el intermediario y el distribuidor», explica Blaise Desbordes, «lo que nos permite no tener un precio fuera de mercado».
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En esta economía, el consumidor también se sitúa en el centro del sistema. El estudio OpinionWay muestra que el 89% de los franceses “se declaran partidarios de que la garantía de una remuneración correcta para el productor agrícola figure visiblemente en los productos”. “La palabra clave del comercio justo es transparencia”, afirma el director general de la ONG. Defiende así “la importancia de la trazabilidad de los productos” y saluda la iniciativa de la Ministra de Comercio, Olivia Grégoire, de establecer una puntuación de origen de los productos. Para el representante de Max Havelaar, “hay que empoderar al consumidor para que sea capaz de tomar sus propias decisiones en los lineales”.
Queda una elección importante que determinará la compra de un consumidor: el precio de su producto. Si Jean-Pierre Blanc reconoce que los de “comercio justo son más caros que los productos convencionales”, asegura que la calidad no tiene precio, con numerosas referencias a la agricultura ecológica. Las ventas de los 6.000 productos con la etiqueta Fairtrade/Max Havelaar aumentarán así un 4% en 2023, a pesar de la inflación que ha golpeado las carteras de los franceses. Entre las referencias más populares, encontramos tabletas y dulces de chocolate (15%), bebidas de chocolate (40%), plátanos (11%), pastas y arroces (26%) o incluso productos textiles (55%).
Para Jean-Pierre Blanc y Baise Desbordes, el siguiente paso es implementar el comercio justo en Francia, en particular entre los mayores productores. Max Havelaar también se compromete, con la región de Occitania y los criadores de La Brique Rose, a producir “un ladrillo de leche francesa local y de comercio justo”. “Más allá de la certificación a través de nuestra promoción, nuestra ambición con el apoyo de los territorios sería que ningún agricultor reciba un pago inferior a 1,5 SMIC, o más de 2.000 euros netos. Ya sean de Francia o de otros lugares, debemos proteger a quienes nos alimentan y se lo dicen a los consumidores”, insiste Blaise Desbordes. Con esta ocasión, la ONG lanza su quincena de comercio justo, que se celebrará en Francia del 4 al 26 de mayo. El objetivo es reunir a nuevos productores y resolver sus problemas, las eternas batallas de las campañas francesas.