El jueves se celebrará en Bruselas una cumbre internacional sobre energía nuclear, organizada por Bélgica y la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA). Unos cincuenta Estados han confirmado su participación, la mitad estarán representados por su jefe de Estado o de Gobierno, los demás por sus ministros. Francia estará representada allí por Emmanuel Macron y su ministro de Industria y Energía, Roland Lescure. Una reunión de “alto nivel”, según el Elíseo, que dice mucho sobre el deseo de los participantes de reactivar la industria nuclear.
Francia tendrá la primera delegación europea y la segunda del mundo, después de Estados Unidos. Empresas clave del sector, como EDF o la Comisión de Energía Atómica (CEA) acompañarán al Jefe de Estado. Desde el discurso de Belfort de febrero de 2022, el Presidente de la República ha mostrado sus ambiciones en el ámbito de la energía nuclear civil, con el deseo de mantener el liderazgo nacional tanto en las centrales tradicionales como en las del futuro (pequeños reactores modulares SMR/AMR). en toda la cadena de valor del combustible nuclear.
La postura defendida por el jefe de Gobierno es clara. Lo convierte en uno de los elementos esenciales para alcanzar la soberanía energética. Para compensar la intermitencia de las energías renovables, eólica y solar, se necesita energía estable y controlable. Se prefiere la energía nuclear al gas fósil para hacer funcionar las centrales eléctricas.
“La reactivación global de la energía nuclear es un activo clave en nuestra lucha por el clima”, insiste el Elíseo, recordando que durante la COP 28 en Dubai se habló de triplicar las capacidades nucleares instaladas, para responder a los desafíos que plantea la salida de combustibles fósiles. La “cooperación en materia de formación” es esencial. También están en curso conversaciones entre varias autoridades de seguridad nuclear, incluida La Française (ASN), para armonizar sus requisitos. Este punto es crucial para permitir el desarrollo de SMR y AMR. Además, estas autoridades podrían brindar apoyo a los países que deseen lanzar o relanzar programas nucleares pero que no tengan estructuras propias lo suficientemente sólidas para responder a estos desafíos.
El Elíseo reconoce “que el tema sigue siendo divisivo”. De ahí la importancia de reafirmar constantemente el apoyo de los países interesados a la energía nuclear en su política energética. La “neutralidad tecnológica” para lograr la neutralidad de carbono se eleva al rango de dogma. Es inevitable que, desde el punto de vista fiscal, los átomos sean tratados al mismo nivel que las energías renovables. También apuntala la obtención de financiación pública. Sin embargo, el Banco Mundial, el Banco Europeo de Inversiones, el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo o incluso el Banco Asiático de Desarrollo, por nombrar sólo estos organismos, todavía participan muy poco o nada en este sentido.
Sin embargo, esta financiación es esencial para hacer frente a las decenas de miles de millones que habrá que comprometer para relanzar el sector. A la financiación de los reactores se sumará la de la cadena de suministro de combustible. Francia puede enorgullecerse de “controlar toda la cadena”, pero tendrá que gastar miles de millones para adaptar sus herramientas industriales a la reactivación del sector.