“Estoy oficialmente sin trabajo”, sonríe Sabrina frente a su teléfono. En un vídeo de diez minutos en TikTok, la joven “vlogea” su proceso de renuncia. “Me llevó cinco años encontrar este contrato indefinido”, explica el ex barista, ahora desempleado. ¿El clic? Horas extras y misiones añadidas a su puesto, sin aumento de salario. Su historia interesó a más de 100.000 personas y generó numerosas acciones, y está lejos de ser un caso aislado. En la plataforma, muchas personas menores de 30 años comparten sus experiencias.
Como Laura, de 25 años, que dejó su puesto como responsable de comunicación. “Una mañana me estaba arreglando, dije en un video: creo que me quiero ir, no puedo más. Leí los comentarios y me dieron fuerzas”, explica a Le Figaro. Fruto de varios meses dedicados a contar sus dificultades laborales por su cuenta. Al principio, la joven utiliza TikTok como un diario: expresa sus pensamientos y dudas bajo el sobrenombre de @laura_zms. “No confío mucho, ni siquiera con mis allegados. Pero con TikTok, hablas contigo mismo en tu habitación, es más fácil”.
Luego, las reacciones se acumulan, todos sus suscriptores le dan su apoyo y ella finalmente toma la decisión de renunciar. Desde entonces, su perfil se ha convertido en una especie de foro donde da consejos a estos jóvenes tentados a seguir el mismo camino. Una forma de apoyarnos mutuamente en esta decisión que antes era tabú. Ante esta situación que podría parecer difícil, las redes sociales sirven como salida. Y el camino de Laura, como el de otros, da cierta legitimidad para asesorar a los jóvenes que a veces se sienten confundidos por el mercado laboral.
“No llames enfermo para un trabajo”, “¿por qué tardé tanto en dimitir?”… Los vídeos de Laura tienen mucho éxito. La joven tiene una comunidad de 26.000 suscriptores. A la Generación Z, es decir a las personas nacidas después de 1995, les apasionan estos “storytime” donde los creadores cuentan anécdotas de sus vidas frente a la cámara. Y con razón… Es a esta edad cuando el futuro profesional es más incierto, mientras que en 2025, la Generación Z constituirá el 27% de la fuerza laboral mundial según la OCDE.
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“Con sólo 25 años llegué a trabajar con un nudo en el estómago, me arranqué el pelo. Mi rescisión contractual fue rechazada, por lo que envié un correo electrónico a mi jefe presentando mi renuncia. Ni siquiera fui a su oficina”, confiesa Laura. “Renunciar fue una de las mejores decisiones de mi vida”.
Uno de sus vídeos más vistos presenta lo que hay que saber antes de tomar esta decisión. “Es necesario tener dinero ahorrado para poder ser económicamente independiente durante este período porque no tienes derecho al desempleo”, aconseja la joven. En los comentarios, muchos le agradecieron. “Chicas, no saben el alivio que siento al ver que no soy la única que hace esto, realmente me sentí culpable”, escribió una usuaria.
La misma historia con Julie, de 25 años, que empezó a crear contenido cuando estaba agotada, bajo el sobrenombre de @lqbjulie. También contó su renuncia a raíz de la solicitud china. “Resonó mucho en la gente, me sorprendió el impacto de mi vídeo”, recuerda. Su vídeo ha acumulado casi 500.000 visitas y le ha conseguido alrededor de 3.000 suscriptores en tan sólo unos días.
En los comentarios, los usuarios se identifican con el recorrido de la joven, otros incluso acuden a sus mensajes privados para pedirle consejo. TikTok se está consolidando cada vez más como motor de búsqueda y allí los vídeos de “consejos” son muy vistos. Los creadores se especializan en este tipo de contenidos: Laurène Levy (256.000 suscriptores) descifra noticias políticas, sociales y económicas en todo el mundo laboral.
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“La renuncia es ahora un acto de resistencia, es casi un gesto político. Es tener el coraje de decir: rechazo estas condiciones de trabajo. Se considera un concepto mucho menos negativo que antes”, analiza Thomas Simon, profesor de la Montpellier Business School y autor de una tesis sobre la desilusión de los jóvenes en los negocios.
La relación de la Generación Z con el trabajo choca con la de sus mayores. “Esta generación busca constantemente cosas nuevas y aprendizaje”, asegura Thomas Simon. “No quieren dedicar su vida al trabajo y quedarse en la oficina hasta las 23:00 horas, quieren más autonomía y ver los resultados de su trabajo al final del día”. Este cambio de enfoque es particularmente palpable en las redes sociales, que a menudo son los primeros testigos de trastornos sistémicos. “No más generación de 40 años en la misma empresa de metro, trabajo-dormir, queremos ser felices”, comenta un usuario debajo de un vídeo.
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Hace unos meses, eran los vídeos de “dejar de fumar en silencio” los que tenían millones de visitas en TikTok. “Es quedarse en el trabajo pero haciendo el mínimo sindical, una especie de deserción interna. Permanecer en la oficina hasta las 5 de la tarde en punto y ni un minuto más”, explica el profesor de gestión de recursos humanos. En un estudio, la fundación Jean Jaurès habla también de resignación mental. El grupo de expertos subraya que si en 2008 el 62% de los empleados prefería ganar más dinero pero tener menos tiempo libre, hoy el 61% de los empleados prefiere lo contrario.
“Tenemos menos miedo a las miradas de los demás y a tomar decisiones espontáneas”, afirma Julie, en una época en la que la generación más joven rara vez pasa más de cinco años en la misma empresa. “Podríamos tomarlos por estar eternamente insatisfechos, pero los directivos deben adaptarse a esto y satisfacerlos para poder retenerlos. Es un desafío para las organizaciones”, confirma Thomas Simon. Un estudio de Apec muestra que casi la mitad (47%) de los trabajadores menores de 30 años consideran que su trabajo es tan importante, o incluso más, que otras áreas de su vida, frente al 36% de los mayores de 44 años.
La restauración, la industria y el comercio fueron los sectores más afectados por las bajas de empleados fijos en 2023. Sin embargo, estas extinciones de contratos cayeron un 3,4% en los últimos tres meses del año pasado. ¿La razón? Atrás queda la dificultad de encontrar rápidamente un trabajo. Ante este riesgo, y en busca de una mayor autonomía, muchos jóvenes recurren al estatus de autónomos tras dejar su puesto.
Julie tomó esta decisión. Un gesto bien pensado. “Conseguí un pequeño capital de emergencia, por ejemplo vendiendo mi coche antes de mudarme a París, y siempre tuve algunos ahorros por si acaso”. Ahora es propietaria de una SAS con su pareja, también su pareja, y sigue contando la historia de su día a día con los vlogs “un día conmigo, edición emprendedora”. Estos videos sirven como un libro de registro y también reúnen a una pequeña comunidad de apoyo interesada en este camino de vida. “Hoy ya no podría ser empleada”, resume la joven.
Otros aprovechan un período de descanso antes de reiniciar su búsqueda de empleo. Dentro de unos meses, Laura pondrá un pie en Dubái para “mejorar su inglés”. Una aventura con la que sueña desde hace varios años y que pretende escenificar en las redes sociales. “Para mostrar lo que se siente cuando lo dejas todo atrás y, sobre todo, para demostrar que puedes superarlo”, concluye.