Como cada año desde la crisis del Covid-19, el abuelo viene a registrarse de nuevo en el centro Restos du Cœur de Colombes en Hauts-de-Seine para beneficiarse de la ayuda alimentaria. Pero esta vez los voluntarios le dijeron que ya no tenía derecho a ello, debido a las dificultades financieras que atravesaba la estructura a nivel nacional. La causa es la inflación, que ha duplicado el presupuesto de compra de alimentos de la asociación, y el creciente número de solicitudes (1,3 millones de personas en 2022-2023, frente a 1,1 millones el año anterior). Desde el lanzamiento de la 39ª campaña de distribución de alimentos el martes 21 de noviembre, los criterios para obtener ayuda alimentaria se han endurecido, lo que ha obligado a los voluntarios a rechazar a determinados beneficiarios. Ahora sólo los más pobres pueden beneficiarse de ello.
Este anuncio supone un shock para el abuelo, un ex electricista que vive solo a pocas calles del centro. “No sabía que los criterios habían cambiado”, se pregunta, poniéndose nerviosamente la gorra. Este hombre de 38 años, desempleado, se había acostumbrado al centro, donde recibía nueve comidas a la semana. “Allí no me quedará nada”, se da cuenta lentamente. A pesar de la emoción, dice entender la situación: “No me lo tomo a mal. Cuando ya no se puede dar, así es”, se resigna, sin saber cómo se alimentará a partir de ahora.
Unos minutos más tarde, Fátima también se entera de que ella y su familia ya no recibirán ayuda. “No importa, aunque no lo entienda”, balbucea, con los ojos y las mejillas enrojecidos por el shock del anuncio. Al igual que Papy y Fátima, los beneficiarios reaccionan «en general bien cuando les decimos que ya no son elegibles», afirma Éric Lioret, director del centro. Pero algunos casos son más delicados. “Tuvimos algunos que lloraron y otros que se enojaron”, añade.
Desde octubre, se ha negado ayuda alimentaria a 33 personas, de 333 familias registradas en el centro de Colombes, el segundo mayor del departamento. “Es enorme”, se lamenta el responsable del sitio. “En 2022, hubo un 1,5% de negativas, frente al 10% este año”, ilustra, sentado detrás de su escritorio. A nivel nacional, Les Restos du Cœur estima que esta nueva regulación podría excluir a 150.000 personas. La única solución es seguir dando un poquito a las personas más necesitadas.
Los beneficiarios acogidos cada día por la asociación son principalmente “inmigrantes indocumentados” que “trabajan sin declarar”, explica Éric Lioret. En las sillas de plástico dispuestas bajo una tienda de campaña frente al centro, también encontramos a “refugiados” y “solicitantes de asilo” esperando su turno para volver a registrarse. Estas personas proceden principalmente del “África subsahariana, del Norte y de países musulmanes”, añade. Esto explica por qué “el 80% de las comidas entregadas no contienen carne ni cerdo”. Un detalle importante ya que estas carnes no se reemplazan. «Así que terminan con una canasta más liviana de lo que ya es».
«También tenemos muchos refugiados ucranianos que se marcharon a causa de la guerra», subraya el gerente. Una de ellas, de apenas treinta años, acudió este jueves 23 de noviembre en la mañana a recoger sus comidas. Numerosos “jubilados” y “mujeres que trabajan a tiempo parcial, principalmente limpiadoras”, también van todas las semanas a Restos du Cœur, añade Éric Lioret.
Lea también: ¿La donación de Bernard Arnault a Restos du Cœur es un acto caritativo? La respuesta de Séneca
¿Cuáles son entonces los nuevos criterios para recibir ayuda alimentaria? Las personas acogidas deben disponer ahora de un resto para vivir -el importe de los recursos una vez deducidos los gastos fijos- inferior a 700 euros al mes, explica Éric Lioret. Los voluntarios especifican, sin embargo, que estos criterios no deben tomarse literalmente porque las decisiones pueden adaptarse caso por caso.
Estos ajustes también se realizan durante las entrevistas con los beneficiarios. Estos últimos son acogidos desde el martes por voluntarios en tres oficinas diferentes. Los documentos que les habían solicitado con antelación se revisan con un peine de púas finas. Aviso fiscal, certificado CAF, certificado escolar de los hijos… tantos justificantes que pueden demostrar la precariedad de su situación. Este jueves, el expediente de Afida pasó “apenas”, exclama aliviado Jean-Yves, voluntario. El hecho de que pague una plaza de aparcamiento todos los meses aumenta sus gastos y reduce el tiempo de vida que le queda. Suficiente para cumplir los criterios. “No he estado aquí desde el verano de 2021”, declara con orgullo esta madre de tres hijos. “Pero allí ya no tuve otra opción. Debido a la inflación, ya ni siquiera puedo comprar leche para el desayuno de mis hijos”, susurra entristecida.
Y para aquellos a quienes les queda demasiado tiempo de vida, los voluntarios están trabajando duro para encontrar una solución que los ajuste a los nuevos criterios. «Cuando la cantidad supera sólo los 50 euros, intentamos encontrar una manera de hacer pasar el expediente», desliza en secreto Jean-Yves. Les preguntamos, por ejemplo, si tienen alguna deuda que añadir”.
“Sabes, nos duele el corazón contarles esta noticia”, dice Bernadette* en el pasillo iluminado con luces de neón. Los voluntarios de Restos du Cœur, en su mayoría jubilados, se dedican plenamente a sus tareas. “Creamos vínculos con ellos. Cuando hablamos con ellos, percibimos una mirada o una emoción que nos conmueve, es muy bonito”, dice Pierre*, voluntario desde hace cuatro años y ex beneficiario de los Restaurantes, casi hasta las lágrimas. El ambiente es de alegría este jueves por la mañana antes de que se abran las puertas del centro. Son las 8:50 horas y las risas y los chistes corren entre los voluntarios, todos muy unidos y cada uno en sus puestos.
Pero las dificultades financieras de la asociación pesan sobre algunos. “Ayer mi colega no se sintió bien al final del día por haber rechazado a la gente”, se preocupa Jean-Yves, delante del ordenador en el que registra las llegadas. “Nos duele mucho porque estamos aquí para ayudar a la gente. Cuando le das una lata de frijoles a una familia de 6 personas, sabes que no es suficiente”, dice Francis, voluntario desde hace un año. Anunciar a las familias que ya no podrán beneficiarse de las ayudas “no es sencillo”, confirma Éric Lioret, pero “intentamos aplicar las normas”. A pesar de la angustia diaria, Pierre está convencido: “Debemos seguir ayudándolos”.
*El nombre ha sido cambiado.