«Encontraremos un acuerdo». El martes, apenas comenzaba la velada en el Senado, cuando, en la esquina de un pasillo no lejos de la sala de conferencias, Hervé Marseille aseguró que entre su grupo, la Unión centrista y los Republicanos, se había llegado a un compromiso sobre el artículo 3, que prevé la regularización de los inmigrantes ilegales que trabajan en las llamadas ocupaciones de “escasez”. Los dos componentes de la mayoría intentaban desde hacía varios días encontrar un punto de apoyo a esta medida rechazada por la derecha y bastante bien recibida por los centristas. Está hecho.
«La mayoría senatorial acordó la supresión de los artículos 3 y 4 del proyecto de ley de inmigración», anunció el líder de los senadores de LR, Bruno Retailleau, en un comunicado. Precisando que “estas enmiendas de supresión serán propuestas mañana por la comisión jurídica” y luego sometidas a votación en sesión pública al final de la semana. “La supresión de estos dos artículos devuelve al texto una verdadera coherencia y eficacia”, afirmó el senador de Vendée. «Se complementa con la voluntad de la mayoría senatorial de regular mucho más estrictamente el poder de regularización de los prefectos, endureciendo los criterios previstos por la circular de Valls».
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La idea es la siguiente: los prefectos “tendrán la obligación” de verificar “la naturaleza de las actividades profesionales del extranjero”, así como su “integración social y familiar, su respeto del orden público, su integración en la sociedad francesa, su adhesión al modo de vida y a los valores de la comunidad nacional, y su ausencia de condena penal. Un destacado senador de LR comenta: “Este acuerdo es una victoria para la mayoría del Senado”. Todo el mundo está, de alguna manera, beneficiado: los centristas tienen un gancho legislativo; el derecho, por su parte, obtiene la imposibilidad para los inmigrantes ilegales de tener un derecho exigible a establecerse donde deseen. “Este acuerdo debería permitir al Senado votar su propio texto, que modifica profundamente la versión presentada por el Gobierno”, concluye Bruno Retailleau. “Sobre todo porque muchas medidas más duras del proyecto de ley serán votadas por la mayoría senatorial”, precisa, poniendo el ejemplo de la eliminación de la AME.
Desde hace varios meses, la derecha alerta: durante los debates en el Senado sobre el proyecto de ley de inmigración, quiso endurecer las condiciones de concesión del sistema que permite a los extranjeros en situación irregular beneficiarse del acceso a la asistencia sanitaria. Ya está hecho. A última hora de la tarde del martes, la Cámara Alta adoptó la abolición de la Ayuda Médica Estatal y la creación (AME), en su lugar, de la Ayuda Médica de Emergencia (AMU), que se limitaría a “la prestación de profilaxis y tratamiento de enfermedades graves y dolores agudos, embarazo- cuidados relacionados, vacunas reglamentarias y exámenes de medicina preventiva”.
Antes de la votación, las discusiones sobre el tema fueron muy tensas entre la derecha del Hemiciclo, partidaria de esta medida, y la izquierda, muy contraria. «No traería nada más que vergüenza», criticó la ambientalista Raymonde Poncet-Monge. Lo mismo opina la socialista Anne Souyris: “Reprimir a la AME es condenar a muerte a los más precarios entre nosotros”, afirmó en el Hemiciclo. “Entendimos que lo que estaba en juego con esta ley era la supervivencia de su partido y el futuro del ministro. Pero no jugamos con la salud de los franceses”, atacó el ecologista Yannick Jadot, apuntando a la derecha y a Gérald Darmanin. Pese a esta aprobación en el Senado, la medida tiene pocas posibilidades de ser adoptada en la Asamblea Nacional, donde parte de la mayoría presidencial y toda la izquierda están en contra. Esta ayuda, creada por el gobierno de Lionel Jospin en 2000, suele ser objeto de ataques de la derecha. En cuestión: su coste, estimado en 1.140 millones de euros en la ley de financiación inicial para 2023, un aumento del 12,5% respecto al año anterior.
El ministro del Interior, Gérald Darmanin, se mostró favorable a la creación de la AMU. Pero el tema divide al gobierno, ya que el portavoz del gobierno, Olivier Véran, se ha opuesto públicamente. Por su parte, la primera ministra, Élisabeth Borne, encargó el mes pasado un informe para determinar si son necesarias adaptaciones a la AME.