En el desierto de Nefoud, en Arabia Saudita, veinte voluntarios caminaron durante 40 días arrastrando carros con 140 a 200 kg de alimentos, agua, material científico y paneles solares, de pozo en pozo, es decir, 250 kilómetros en total, por 45 a 48 grados en promedio. A la iniciativa de esta expedición: Christian Clot, explorador-investigador y fundador del Instituto de Adaptación Humana, que estudia “la adaptación de un organismo acostumbrado a vivir en un ambiente templado a temperaturas extremas”.
«Somos más sensibles y menos pacientes con el calor y el cansancio, lo que exige asumir la responsabilidad de nosotros mismos», afirma Mathilde, que trabaja para la ONG Terre et Humanisme, a su regreso el pasado mes de junio, después de haber sido seleccionada entre 1.500 candidatos para la «aventura». Tuvimos ráfagas de viento de hasta 70 mph y sólo dos días sin viento. Su ruido me molestó. Incluso por la noche dormía más de lo que realmente dormía”.
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“De hecho, los comportamientos son más crudos, los hombres más machistas y más bestiales, mientras que las mujeres deben protegerse a su manera”. Sin embargo, este fenómeno no se observó durante las otras dos partes de la expedición Deep Climate, en el Amazonas, donde el calor era húmedo, ni en Laponia, con -35°C, durante los meses anteriores.
“En condiciones de calor extremo, el cerebro debe eliminar funciones cognitivas para enfriarse. Debe degradar su memoria y reducir su atractivo social. De ahí un repliegue sobre uno mismo, en detrimento de la empatía y de lo colectivo”, explica Christian Clot. Sin embargo, estas temperaturas representan “el clima futuro probable en París en 2040 o 2050”, estima este último. ¿Pero no se acostumbrará nuestro cuerpo? «No, porque siempre habrá picos de calor de más de 20 a 30 grados, con los que seguirá siendo muy difícil vivir».
Y sabe de lo que habla: durante una de sus numerosas expediciones en solitario, pasó 30 días en 2017 en el desierto de Dacht-e Lut (Irán), el más caluroso del mundo, con picos de 58 grados. “Era un sufrimiento constante, era incapaz de tomar decisiones. Pero vivimos más allá de las cifras consideradas fatales”, subraya el aventurero extremo, que recuerda que Pakistán vivió a 51°C durante tres semanas en 2022.
Los resultados preliminares de este experimento del mundo real, que aún no han sido publicados, corroboran otros estudios científicos. El aumento de las temperaturas y las olas de calor aumentan los ingresos hospitalarios por trastornos de salud mental en un 9,7%, según mostró un estudio del Imperial College de Londres publicado en The Lancet en el verano de 2023. Y la falta de sueño está lejos de ser la única explicación.
El calor afecta hormonas como la serotonina y la dopamina, que afectan el estado de ánimo y la ansiedad. También observamos un aumento del riesgo de suicidio, del orden del 1% al 2% por grado adicional. Dado que los psicofármacos alteran la regulación de la temperatura corporal, los pacientes que reciben tratamientos para trastornos mentales son los más vulnerables.
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El odio en las redes sociales también aumenta un 22% cuando las temperaturas son más altas, constató en 2022 un estudio del Instituto de Investigación de Potsdam, que abarca 4.000 millones de tuits publicados en Estados Unidos entre 2014 y 2020. De ahí a deducir que el calentamiento va de la mano con la violencia sólo hay un paso que debemos tener cuidado de no dar, sobre todo porque estos estudios son extrapolaciones. Lo cierto es que se trata de uno de los efectos poco conocidos del cambio climático, que exige vigilancia.
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