Abandonando las orillas del lago y sus cisnes, la antigua ciudad de Ginebra se eleva sobre una colina dominada por la catedral de Saint-Pierre. Para llegar allí, hay que subir por un bonito laberinto de calles bordeadas de casas medievales. Al lado se encuentra el Museo Internacional de la Reforma, en el corazón de una hermosa mansión neoclásica. Reabierto la primavera pasada después de dos años de trabajo, este museo secular cuenta brillantemente la historia de uno de los mayores cismas del cristianismo. La escenografía juega con el color y la inmersión para romper la imagen de austeridad del movimiento reformista, exponiendo numerosos objetos. Creado para eludir la prohibición calvinista de llevar joyas, admiramos un reloj enjoyado en forma de cruz, realizado por el bisabuelo de Jean-Jacques Rousseau, descendiente de un refugiado que desembarcó en Ginebra a mediados del siglo XVI. Un salón de música permite escuchar extractos de canciones de inspiración protestante, gospel, jazz etíope e incluso la versión de Personal Jesus de Johnny Cash.

Lejos de su imagen ascética, descubrimos que Calvino amaba el vino. “Bebía varios litros al día porque el agua no era potable, pero era un auténtico fastidio”, explica Margit Schwiegelhofer, austriaca, ginebrina de adopción, que conoce al dedillo la historia vitivinícola del cantón. En su compañía nos enteramos de que el dulce néctar llegó con los romanos, pero las variedades de uva locales no han adquirido sus cartas de nobleza hasta los últimos cincuenta años. De anécdotas a degustaciones, con una parada en la casa natal de Rousseau, que ensalza el vino en Les Confessions, terminamos disfrutando de una copa de Chasselas, una variedad de uva blanca emblemática para acompañar fondues.

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Después de abandonar las laderas del casco antiguo, sólo hay que cruzar el Ródano y tomar el tranvía para llegar en algunas estaciones al CERN – Consejo Europeo para la Investigación Nuclear – cuyos nuevos edificios parecen sacados de una película de ciencia ficción. Las galerías en forma de tubos translúcidos, situadas al pie de las montañas del Jura, recuerdan a la estación espacial internacional.

Imaginado por Renzo Piano, el Portal de la Ciencia es una experiencia de inmersión única: retrocedemos 13.800 millones de años, hasta el principio de los tiempos, y luego descubrimos cómo evolucionó el Universo. Una aplicación permite diseñar su propia estrella y proyectarla en el espacio, una sala propone una partida de tenis cuántico y talleres para ver lo invisible son accesibles a los neófitos. Desde su apertura en octubre, el Portal de la Ciencia ha estado lleno, con 1.000 visitantes por día y la ambición manifiesta de fomentar las vocaciones.

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IR

TGV, 9 conexiones diarias desde París, 6 de ellas directas en 3 horas 11 minutos, a partir de 78 euros ida y vuelta.

VISITAR

El Museo de la Reforma y la exposición de grabados divinos de Rembrandt, hasta marzo de 2024.

POR HACER

El paseo guiado “Patrimonio y vino en la ciudad de Ginebra”. A partir de 81 euros por persona, incluidas 4 copas de vino.

O DORMIR

En Ruby Claire, un hotel de diseño inaugurado en 2022 a los pies del casco antiguo. Desde 230€ por noche.

DISFRUTAR

En Cuisine Lab, una nueva dirección en el distrito de las Naciones Unidas, donde los chefs refugiados preparan deliciosos platos combinados. Unos 45 euros por persona.

Deleite su paladar en Fiskebar, el restaurante gourmet de inspiración escandinava en el Ritz-Carlton Hôtel de la Paix. Desde 100€ por persona.