Aviso de viento fresco en la Cartoucherie de Vincennes en particular y en el interior del teatro en general. Richard Nelson dirige su obra Our Life in Art, y es sencillamente magnífica. Dirígete al Théâtre du Soleil, no te decepcionará el cruce en la intimidad de una compañía. No cualquiera: el de Ariane Mnouchkine recreando el de Constantin Stanislavski durante una gira por Estados Unidos en 1923.
Estamos en Chicago en una casa de huéspedes. Aprovechando un día libre, una decena de actores celebran el 25º aniversario del famoso Teatro de Arte de Moscú, algo que las autoridades soviéticas ven con malos ojos, considerando que Chéjov es un autor burgués. Pasaréis más de dos horas en su compañía como si no fueseis simples espectadores sino invitados privilegiados. La sala se ha planteado como un sistema bifrontal. En el centro de lo que será la zona de juegos, una mesa sobre la que se colocan sillas al revés. Pronto entrarán los actores. Como si estuvieran en casa, pondrán en orden los muebles.
Para su primera producción en Francia -y con actores franceses-, Richard Nelson no se molestó en hacer supertralalas. Los actores, todos ejemplares, se sientan alrededor de la mesa. Por orden de aparición: el ex director del Teatro de Arte de Moscú exiliado en Estados Unidos, Richard (Arman Saribekyan), Vassia (Duccio Bellugi-Vannuccini), Vania (Georges Bigot), Constantin Stanislavsky conocido como Kostia (Maurice Durozier), Chéjov viuda, Olga Knipper (Hélène Cinque), Ninotchka (Nirupama Nityanandan), Lev (Agustin Letelier), Petia (Tomaz Nogueira) luego Varia (Shaghayegh Beheshti), Lydia (Clémence Fougea) y finalmente Masha (Judit Jancso).
La obra tiene lugar un domingo y se extiende desde las 3 am hasta la medianoche. Durante la preparación y durante el almuerzo, los actores hablan de las cosas de la vida tal como van o no, de pequeños acontecimientos que tienen mucha más importancia que los grandes, del amor, del arte y de su relación concreta con la política. Hablamos de ello con naturalidad y es maravilloso.
Richard Nelson busca glorificar al hombre común y corriente y encuentra escrupulosamente las palabras y los gestos adecuados que lo celebran. Nos encontramos tocando lo sublime en esta vida cotidiana tan mundana. Estas actrices y comediantes rusos que emigraron durante una gira americana no comprenden del todo los códigos de este nuevo mundo, su abrumador sistema financiero, etc. Algunos temían que su audiencia principal –los rusos blancos exiliados– los perjudicara del lado de la incipiente Unión Soviética. Otros se preguntan si no se quedarán permanentemente en el país del Tío Sam, pero detrás de escena acecha la discreta sombra de Chéjov. Su generosidad y sus personajes flotan en este espectáculo donde el teatro se encuentra con la vida, salvo que sea al revés.
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Como ocurre con el autor de La Cerisaie, la trama importa poco. Los conflictos están coloreados. Tienes que mirar esta pieza como miras un cuadro. Cada detalle se vuelve, alrededor de la mesa donde tomamos té, vino o vodka, universal; cada personaje es un protoplasma y todos estos deslumbrantes actores tienen bondad en sus ojos. Su estado de ánimo es a veces sombrío, ofendido, enojado y a menudo jovial. El espectador ve crecer vivas las hojas del árbol de la vida de esta compañía. Al final, estas hermosas personas, tiernamente borrachas, actúan como kapustniks. Entiende que los actores realizan juntos pequeños sketches donde se burlan unos de otros. Y canta. Estas personas profesan jugar como otros profesan una fe. “ La Santa Rusia es vasta, pero el sol brilla en todas partes”, dice el proverbio.
Nuestra vida en el arte, en el Théâtre du Soleil (París 12), hasta el 3 de marzo de 2024. Tel. : 01 43 74 24 08.