Desde hace una semana, el mundo entero está sumido en el asombro ante el atroz ataque terrorista perpetrado en Israel por Hamás.
En nuestro país, que cuenta con la mayor comunidad judía de Europa y la tercera del mundo, la emoción es tanto mayor cuanto que estos crímenes se hacen eco de las tragedias que ya han devastado Francia. Mientras finaliza el juicio por el asesinato de los policías de Magnanville, mientras rendimos homenaje a los 130 muertos y 413 heridos en el Bataclan en un mes, cada nueva imagen que nos llega no hace más que despertar las pesadillas de ayer y dejarnos predecir los del mañana.
¿Cuál es este mal que ha caído sobre estas víctimas inocentes?
Hamás no es un partido nacionalista, sino un movimiento islamista. Al contrario de lo que algunos todavía pretenden creer, su objetivo no es la creación de un Estado palestino, sino el Califato global.
Hamás proviene directamente de los Hermanos Musulmanes. Su lema también es similar: “Alá es nuestro objetivo, el Profeta nuestro líder, el Corán nuestra ley, la Jihad nuestro camino, la muerte en el camino de Alá nuestra más querida esperanza”. La única diferencia es el método: armas en Medio Oriente, infiltración con traje y corbata en Europa.
Fue el hijo del fundador de los Hermanos Musulmanes, el egipcio Hassan Al-Bannah, quien estableció la hermandad en Palestina. El creador de Hamás, el jeque Yassin, presentó originalmente el movimiento como el «ala paramilitar» de la Hermandad Musulmana, y los estatutos de Hamás publicados poco después de su creación lo convirtieron en una rama de la Hermandad.
En Francia, lamentablemente el tema de los Hermanos Musulmanes no nos es ajeno.
Desde hace 40 años (la UOIF – Unión de Organizaciones Islámicas de Francia – fue creada en 1983), hemos permitido que este movimiento islamista prospere, crezca y se organice en Francia. Durante estas décadas, la inmigración, principalmente árabe-musulmana, alimentó el confinamiento comunitario en el que el islamismo encontró su caldo de cultivo de partidarios, activistas y terroristas.
En su último comunicado de prensa, “Musulmans de France” (ex UOIF) miente crudamente al rechazar cualquier vínculo con los Hermanos Musulmanes. Sin embargo, cuando la organización cambió de nombre en abril de 2017, su entonces presidente, Amar Lasfar, declaró: “No somos parte de los Hermanos Musulmanes. Por otro lado, somos parte de su corriente de pensamiento. Contorsiones perfectamente descifradas por Franck Frégosi, investigador del CNRS en un artículo en L’Express en 2005: “La UOIF es indiscutiblemente el representante de los Hermanos Musulmanes en Francia. Encarna el cauce histórico de este movimiento, aunque hoy sus líderes quieran olvidar esta conexión embarazosa”.
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De hecho, desde hace años, la UOIF acoge a predicadores radicales de la Hermandad y a representantes de sus filiales extranjeras con motivo de su gran reunión anual, así como en las mezquitas controladas por sus 285 asociaciones. Muchos en el medio, desde Youssef al-Qaradâwî (conocido por sus diatribas antisemitas y su justificación de ataques suicidas) hasta Hassan Iquioussen pasando por Hani Ramadan, lo han hecho gradual –y tardíamente–. – ha sido prohibido en territorio francés. Sus enseñanzas, a través de libros y vídeos, siguen circulando ampliamente.
En las mezquitas radicales no sólo marchaban imanes extremistas, sino también, lamentablemente, funcionarios electos. El propio Gérald Darmanin fue, en 2022, a visitar la mezquita de la Hermandad de Bussy Saint Georges y felicitar a los responsables.
Los Hermanos Musulmanes se han ido consolidando progresivamente como interlocutores de muchas comunidades locales –de derecha y de izquierda–, pero también ante el Estado. Al mismo tiempo, a su principal partidario y patrocinador, Qatar, se le han concedido considerables ventajas fiscales en nuestro país. Sin embargo, fue desde su refugio en Doha que el líder de Hamás, Ismaïl Haniyeh, lanzó un llamamiento a la yihad global y a “un día de ira” este 13 de octubre.
Desde Gaza hasta las mezquitas establecidas en nuestro país, la doctrina es la misma, los libros de cabecera son los mismos, el odio contra los “incrédulos” es el mismo. El líder de Hamás no se equivoca y se dirige a “todos los niños de la Umma”, “estén donde estén”.
Si bien el adoctrinamiento de los jóvenes musulmanes es cada vez más fuerte en nuestro país, como lo confirman cada encuesta de opinión y como lo ilustra desde el inicio del año escolar la ofensiva islámica en nuestras escuelas a través de la abaya, es tiempo de reaccionar. El Estado ya no puede conformarse con medias tintas ante la amenaza de una quinta columna islamista en nuestro país. Están en juego la seguridad de los franceses y la preservación de la cohesión nacional.
Como hizo Austria en julio de 2021, ya es hora de prohibir a los Hermanos Musulmanes.
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La detención o la propagación de sus consignas, sus pensadores y su literatura, así como la apología de este movimiento deben ser perseguidas y condenadas. Debemos proceder a la disolución y al cierre de todas las organizaciones vinculadas, afiliadas o aliadas, empezando por supuesto por la organización «Musulmans de France» y sus satélites, ya sean mezquitas o escuelas: libros coránicos, librerías, clubes deportivos o socioculturales. .
Deben recortarse los subsidios a todas las organizaciones, sindicatos o grupos políticos que hayan expresado su apoyo a Hamás. Las personas que han demostrado públicamente su alegría por sus crímenes deben ser procesadas y condenadas por apología del terrorismo. Deben adoptarse sanciones disciplinarias, especialmente en las universidades, ante la indecente defensa de los asesinatos y secuestros de Hamás por parte de ciertas organizaciones estudiantiles de extrema izquierda.