Denis Lavant no tiene edad; una silueta reconocible entre todas, del tipo abollado. El actor sólo entra después de la primera escena, acompañado de su mujer o mejor dicho Madame, «bobonne» o incluso Judith, depende. Madame es interpretada por la gran María Machado que conoce la pieza a la perfección desde que la creó en 1970 junto a su autor, Roland Dubillard.
En ese momento, ella no interpretó a Madame sino a la niña. Pero volvamos a Denis Lavant cuya entrada en plató es un gran momento del teatro “dubillardesco”. Lleva un sombrero negro tipo panamá que parece recién salido de una vieja tienda de accesorios, una chaqueta improbable en varios colores desteñidos, un vestido negro gastado y un par de botas que habrían recorrido caminos muy polvorientos. En su mano, una maleta gris entreabierta con una camilla alrededor. De esta maleta salen hilos rojos. Entenderemos por qué al final de esta pieza completamente loca y convulsa.
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De qué se trata ? ¿Qué provoca? Una pareja joven, interpretada por Nèle Lavant -esta bailarina y actriz es hija de Denis y hace aquí su primera aparición en escena- y Samuel Mercer, recibe a una pareja mayor (Maria Machado y Denis Lavant, por tanto) junto al mar en su villa Le Crabe. Los anfitriones propietarios intentan acomodar a sus invitados que llegan, pero llegan con todo su odio y discordia. Donde también se trata de su perro que nunca veremos.
Estos dos, estas metástasis de dos patas son física y psicológicamente voraces. Atacan a los dueños, a quienes matarán antes de masacrarse entre ellos. Revelar el final no importa. Lo importante, con Dubillard, no es la historia sino las palabras para contarla. La obra es, según el autor, una “pesadilla cómica”. No podemos decirlo mejor. A la derecha del escenario, una cama que habría salido directamente de un dormitorio. A la izquierda, una especie de construcción metálica, andamios asimétricos, una telaraña en la que está atrapada la joven pareja, que parecen supervivientes de un naufragio. Tipo de lo que son. Por eso comen cangrejos. A no ser que sean los cangrejos los que los roen, que “tienden, con sus pinzas, sus patas, a trepar”, a trepar por su esófago. El cangrejo, como la marea y la angustia, desciende y sube sin descanso. Y la bañera empieza a gotear. Eventualmente también se desbordará. ¡Ve a averiguarlo todo!
Todos ellos, las dos actrices y los dos actores, sobresalen en este caos existencial violentamente cómico. Denis Lavant, quien lleva las riendas del caso, no tiene nada del barniz del comediante clásico. Está fuera de lo común en esta habitación donde una cosa siempre esconde a la otra: ¿No se tragó Madame al perro que se tragó una bomba? Les Crabes es un espectáculo explosivo que dinamita los seres y el lenguaje. Este año celebramos el centenario del nacimiento de Dubillard. ¿Se puede soñar con un homenaje más notable que estos Cangrejos en una puesta en escena conmocionada de Frank Hoffmann?
PD: A ver para completar el cuadro: No soy mía, una portada que merece el desvío, dirigida por María Machado y Charlotte Escamez. Con Samuel Mercer y Denis Lavant, por supuesto.
Les Crabes, en el Théâtre du Chêne Noir, hasta el 29 de julio. No soy mío, en el Théâtre du Chêne Noir, hasta el 29 de julio. www.chenenoir.fr