El mapa más antiguo de Europa lleva más de un siglo enterrado y olvidado por todos en las reservas del Museo Arqueológico Nacional de Saint-Germain-en-Laye; sus antepasados del Medio Oriente han esperado nueve milenios bajo el sol inclemente del desierto árabe-jordano. Los arqueólogos han descubierto, grabados en la piedra, los que creen que son los planos más antiguos que se conocen, en este caso los de inmensas estructuras construidas para la caza.
¿Qué representaba la gente en ese momento, antes de que surgieran las primeras ciudades-estado de las arenas y aguas del Creciente Fértil? “Desert kites”, “cometas del desierto” en inglés. Bautizados así por sus primeros descubridores, los aviadores, en la década de 1920. Estas estructuras de singular forma están delimitadas por muretes que, vistos desde el cielo, parecen las estelas de una cometa. Las construcciones «se abren a un espacio cerrado de alrededor de una hectárea, donde se excavan pozos de varios metros de profundidad», describe Olivier Barge, arqueólogo y cartógrafo del laboratorio Archéorient de la Universidad de Lyon-2.
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El proyecto Globalkites, organizado por Archéorient, enumera hasta la fecha más de 6000 estructuras de este tipo, desde Kazajstán hasta Jordania. Estas construcciones permitieron una «sofisticada técnica de caza». Los animales, por ejemplo las gacelas, eran recogidos en este tipo de trampas antes de ser enviados a las fosas para ser sacrificados. Fue cerca de esas «cometas del desierto», ubicadas en Jordania y Arabia Saudí, que el equipo de arqueólogos del laboratorio realizó dos «descubrimientos excepcionales» en 2015, en palabras de Olivier Barge, coautor del estudio dedicado a este tema y publicado este mes en la revista científica PLOS One.
Una estela de piedra caliza rubia de casi un metro de altura en Jordania y un imponente bloque de piedra arenisca negra en Arabia tienen los planos grabados detallados de las «cometas del desierto» cercanas, según han observado los investigadores, después de un examen minucioso de su superficie. Estos planos no son una simple representación esquemática, precisa Wael Abu-Azizeh, arqueólogo del Instituto Francés del Cercano Oriente y coautor del estudio.
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La precisión de su diseño ha dejado atónitos a los arqueólogos. Sin la ayuda de las técnicas modernas, “seríamos incapaces de reproducir el plano de la ‘cometa’ con la precisión que es el caso aquí”, indica Wael Abu-Azizeh. Dibujar un plano a escala implica el dominio de las proporciones de los elementos representados, y por tanto su medida precisa. Un desafío, cuando se trata de estructuras cuya forma general no se puede captar sin observarla desde el aire. “No tenemos idea de cómo lo hicieron”, coincide Olivier Barge, cuyo estudio destaca “el dominio mental en gran parte subestimado de la percepción del espacio” de las poblaciones de la época.
Hasta ahora, la hipótesis era que el arte de la cartografía debió nacer mucho más tarde, en “una cultura que domina la escritura, con tradición de archivo, integrada en redes de intercambio”, prosigue el cartógrafo. Como la de Mesopotamia, hace 5000 años.
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Los descubrimientos de Jordania y Arabia Saudí reorganizan el trato sobre el tema. Las megaestructuras están construidas en una topografía compleja, excluyendo la idea de un plan inicial que luego sería restaurado sobre el terreno. Este plan permitió «transmitir información, y compartirla con varias personas, para la organización de la cacería», explica Wael Abu-Azizeh, para quien esta es la hipótesis «más probable».
A esto se suma una dimensión cultural. El mapa sería entonces un símbolo del dominio del espacio y de una particular técnica de caza, a través de trampas hábilmente construidas utilizando las particularidades del terreno.