En 1872, Julio Verne publicó su novela La vuelta al mundo en ochenta días. 150 años después, la hazaña de Phileas Fogg parece lejana, ya que las tecnologías aeronáuticas se han desarrollado. Próximamente, más precisamente en 2025, la aerolínea australiana Qantas lanzará sus primeros vuelos comerciales sin escalas, conectando Sídney con Londres y Nueva York. Con una proeza: poder completar un Sydney-London-Sydney en 40 horas. Los vuelos de prueba entre la ciudad australiana y la capital británica arrojan un tiempo de viaje de 19 horas y 19 minutos. Una hazaña que plantea varias preguntas, una de las cuales es importante: ¿puede el cuerpo de la tripulación y los pasajeros soportar tal duración de vuelo sin riesgo físico?

Mientras que, en general, los pasajeros sin historial médico tienen un viaje sin problemas, los vuelos de larga distancia pueden ser una pequeña prueba para las personas más frágiles. Incluso para los más aptos, permanecer en un avión durante varias horas nunca es trivial. Hormigueo en los pies, hormigueo en las pantorrillas, tobillos hinchados… algunos pueden tener sensación de piernas pesadas e hinchadas tras un vuelo de varias horas. Por eso muchos viajeros aplican una regla: usar medias de compresión, cuando el vuelo supere las 4 horas.

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La razón ? Permanecer inmóvil en una posición sentada durante un largo período de tiempo puede acentuar ciertos trastornos circulatorios. Y puede conducir en primer lugar a una insuficiencia venosa, como nos explica Clémence Caucanas, médico vascular en París. “Claramente, la sangre circula con mayor dificultad en los miembros inferiores, y esto conduce al estancamiento de la sangre que está en el origen de la sensación de pesadez. Esto se llama estasis venosa. Otro consejo, además de llevar medias de compresión: elige un asiento de cara al pasillo para dar unas vueltas durante el vuelo y, sobre todo, no dudes en mover las piernas. El objetivo: promover una mejor circulación sanguínea.

En algunos casos raros, la trombosis, más conocida como flebitis, puede formarse durante los vuelos de larga distancia. Algunos factores pueden aumentar la probabilidad de que se formen, como una cirugía reciente, antecedentes de enfermedad tromboembólica (los médicos pueden recomendar una inyección de anticoagulantes por vía subcutánea como medida preventiva) o la existencia de una patología cancerosa. El embarazo y la edad también pueden ser factores de riesgo.

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Otros pequeños inconvenientes: la garganta y los ojos que como nos molestan. En el avión, el ambiente es muy seco. El nivel de higrometría puede descender hasta el 10%, es decir, un nivel de humedad muy inferior al que se puede experimentar en la vida cotidiana (el nivel de humedad recomendado en una casa debe estar, por lo general, entre el 45 y el 65%). Un consejo: mantente bien hidratado. En especial, para personas que usan lentes de contacto o que padecen el síndrome del ojo seco. Este bajo nivel de humedad, combinado con una menor presurización de la cabina, también tiene un impacto en nuestras mucosas olfativas y gustativas, algunos pasajeros comienzan a adorar el jugo de tomate una vez en el aire.

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Si las personas sufren de sinusitis crónica y otitis, no hay contraindicación médica. Sin embargo, puede haber molestias. Porque la cabina de vuelo es un entorno restringido. Tampoco se recomienda que los pacientes operados de orejas vuelen en los meses posteriores a la cirugía. Los pasajeros que tengan la sensación de tener los oídos permanentemente tapados durante el vuelo, deben tragar saliva o bostezar regularmente. Un reflejo que también se puede favorecer mascando chicle. El objetivo de estas pequeñas maniobras: abrir la trompa de Eustaquio, un pequeño conducto que conecta el oído y el techo de la boca, a la altura de la nariz.

Los vuelos de larga distancia causan otros problemas. Ellos (a menudo) implican cruzar múltiples zonas horarias. El desfase horario será más significativo si cruza tres o más, especialmente si viaja hacia el este. Una vida saludable también es esencial para sobrevivir al desfase horario. Evitaremos una dieta demasiado rica, que corre el riesgo de trastornar un organismo ya perturbado. De hecho, la combinación de presión atmosférica y posición incómoda puede perturbar la digestión.

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Finalmente, algunos científicos llaman a la vigilancia de las personas que toman regularmente vuelos de larga distancia. Cuanto más tiempo permanezca en el aire, más expuesto estará a la radiación cósmica. Sin embargo, un estudio estadounidense publicado en 2018 en la revista Environmental Health afirmó que una mayor exposición a estos rayos aumentaría el riesgo de cáncer en el personal de vuelo, en comparación con el resto de la población en tierra. Los pasajeros ocasionales corren muy poco riesgo. A modo de comparación y según la Sociedad Francesa de Energía Nuclear, una persona que realiza 7 vuelos de ida y vuelta París-Tokio recibe una dosis acumulada de 1 milisievert, el equivalente a una exposición de 17 meses en París, o 9 meses en Limousin, y algo más un día a bordo de una estación espacial.

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