Benjamin Sire es compositor y periodista.
Sagrado Nicolás Bedos. ¿Cómo se atreve todavía a pretender traspasar nuestras cajas con sus imágenes ficticias? Él, el infame tendero borracho de una época que se jactaba de su pureza victoriana; él, el gritón de discoteca acorralado por la ley en la era de
Una vez más surge la pregunta hasta la saciedad: ¿deberíamos separar la obra del artista? ¿Deberíamos aceptar contemplar una creación si el autor no ha sido previamente beatificado por el tribunal de turno? En este sentido, Nicolás Bedos es un caso de libro de texto. Es a él a quien amamos odiar con ardor porque a pesar de su desesperación, la legión de hadas buenas se inclinó sobre su cuna, ofreciéndole todos los talentos además de las fauces del empleo. Además, el chico es arrogante y a menudo se jacta de ello, haciendo de este rasgo de carácter una especie de marca registrada.
Pero sobre todo, doblegándose bajo el peso de unos orígenes tan afortunados como pesados, bajo los golpes de una lucidez desesperada, la otra cara de la moneda de la inteligencia, a veces se exonera de la frase camusiana que debería guiarnos a todos: «un Hombre, es imposible”. Se exime de ello, cediendo a la facilidad de las libaciones incontroladas, transformando al encantador y brillante Dr. Jeckyll en Mr Hyde, un gran imbécil nocturno con gritos misántropos y manos sucias y errantes, si no más, como lo demuestran las quejas. del que es sujeto. Y para colmo, a Nicolas no le agradamos a nosotros, los periodistas, y a algunas personas no les importa devolverlo. Bref, à l’heure où la cancel culture peut vous envoyer éternellement méditer sur la déconstruction de l’homme au fort Bastiani sur les traces d’un antihéros de Dino Buzzati, pour une vanne grivoise mal reçue, la situation de Nicolas Bedos est désespérée o casi.
Más aún porque, a pesar de las infamias que se le imputan, entre dos intoxicaciones desastrosas, desenreda el hilo de una obra notable que devuelve al resto del cine francés a los vanos intentos de los boomers que intentaban plasmar sus vacaciones de infancia en La Bourboule. , con la cámara super 8 que nos ofrece el abuelo. Porque esto es lo que más nos molesta, esto es lo que justifica los peores anatemas, esto es lo que irrita a un crítico siempre incapaz de introspección: a pesar de todos los reproches que se le dirigen, a pesar de sus escapadas, a pesar de sus problemas judiciales, Nicolas Bedos es un total Artista, no sólo lleno de talento, sino también un trabajador minucioso. También tiene talento para escribir, tocar, dirigir, rasguear y transformar lo sombrío en poesía, el machismo en excusa, el feminismo en pretexto, el dolor en suave nostalgia, los mejores actores y técnicos en cómplices finalmente liberados de la banalidad de los estancamientos lentos. .
Hasta el lanzamiento de Masquerade y más aún de la serie Alphonse, se requería tolerancia. Al no tener suficiente influencia para expresar sus amargos resentimientos, el crítico tuvo que lidiar con la evidencia y elogiar al artista, abdicando ante el hombre. Así, Monsieur et Madame Adelman (2017) y La belle époque (2019) fueron elogiadas con razón, nominadas once veces a los César y ganando tres estatuillas, incluida la de mejor guión. Luego, tras un cuestionable OSS 117, llegó Masquerade, su soberbio y tórrido cinismo llevado por Pierre Niney y Marine Vacth, ya criticado por quienes querían detectar una oda al machismo. Mal momento, combinado desde entonces con la detención policial en junio de 2023, por una agresión sexual cometida en una discoteca -que admitió- estando muy borracho, y una investigación de Mediapart seguida de tres nuevas denuncias. Una conducta imperdonable no invalida la obra, salvo en nuestra época.
Así, cuando Bedos tuvo la idea de unir fuerzas con nuestro nacional Jean Dujardin, él mismo en proceso de ser «cancelado» por haber declarado su amor por Francia en marzo de este año, jugó el Super Dupont de Ovalie durante la inauguración. En la ceremonia de la Copa del Mundo de Rugby se anunció el hermoso fiasco. Así nació Alphonse, una serie sobre ovnis ofrecida por Amazon, con un reparto estelar, donde Dujardin se codea con Charlotte Gainsbourg, Pierre Arditi, Nicole Calfan, Laura Morante, Francine Bergé, Elsa Zylberstein y otros, lo siento. Entonces salió Alphonse… y bajó el telón de acero de la censura… No sólo los seis episodios de la miniserie, privados de promoción, se desplegaron a escondidas en la taquilla, sino que los únicos ecos que la acompañaron fueron los de una las críticas finalmente se vengan con salsa de despertar. Entonces podría abrirse la fiesta de las compuertas, el breviario del odio ordinario, la fuente de la ofensa. “Bouche d’ego” titula Libération, antes de aclarar la cuestión: “Sólo podemos reconocer una cosa en Bedos: una consistencia de repugnante […] una lealtad ciega a su misoginia”. “Vulgar y de mal gusto”, dice Le Parisien por miedo a parecer demasiado popular. “La situación se hundirá aún más”, añade el Obs, sin escatimar en una mojigata que habría hecho hilarante a un Fellini.
Porque sí, la serie de Nicolas Bedos rompe los códigos de la época y, con una delicadeza nunca mencionada en las crónicas que la agotan, reconoce en las mujeres maduras fantasías que ellas mismas deciden, acciones realizadas sin la autorización de Télérama, licencias que No esperes que los hombres sean deconstruidos. Porque sí, Alphonse no acepta el dictado de una izquierda que se dice feminista pero que desprecia el libre albedrío de las mujeres y asigna a todos identidades de víctimas. Porque sí, la serie de Nicolas Bedos protagonizada por el hijo (Jean Dujardin) de un gigoló al final de su carrera (Pierre Arditi), que vive bajo el dominio de una mujer castradora (Charlotte Gainsbourg), que acaba nivelando la impotencia del progenitor, no pide la liberación del tiempo para plantear la cuestión del abandono y del apego, la reparación de los errores del padre mediante una transmisión tan conmovedora como retorcida, la emancipación de todo lo que está fuera de las normas, el deseo frente a la vejez que rechaza para validar la tesis del conmovedor libro de Romain Gary, “Más allá de este límite, su billete ya no es válido”. Porque sí, Alphonse es un conmovedor himno al amor donde los viejos heridos resoplan teniendo sólo el placer como liberación y la nostalgia de la espiritualidad; un cuento donde el egoísmo se derrumba por compartir cuerpos. Un momento sagrado donde el padre pródigo transmite todo su amor, el de la madre y sus extensiones, al hijo abandonado que, finalmente, se encuentra a sí mismo. Pero eso no es lo principal.
La serie de Nicolas Bedos también es una hazaña cinematográfica. Y aquí señalamos un misterio de la época. Imaginar. Aquí nos encontramos ante un impecable director de actores que ofrece a todos la oportunidad de una actuación que les empuje a superarse a sí mismos. Una Charlotte Gainsbourg tan insoportable como dinámica que boxea con su largo tiempo pasivo y deprimido Dujardin (aunque la evidencia debería haber dictado lo contrario). Una Francine Bergé excepcional, que casi le devuelve la vida a Arletti. Y todos los demás a juego. Una producción magistral e ingeniosa que ofrece un descubrimiento en cada secuencia, en una secuencia que podría haber sido atrozmente filmada y confiada a un favorito de Fémis. Y sacrilegio entre sacrilegios en este entorno que condena a los directores de fotografía al embotamiento, la serie ofrece la notable fotografía de Éric Dumont.
Pero ahora, Alphonse es por el momento sacrificado en el altar del tiempo y de la cobardía de los pequeños marqueses que quieren complacerlo. Feather Torquemadas se presenta como más feminista que el rey y sin duda no está exenta de depravación. Pero ahora, independientemente de lo que se piense de su creador y de su coportador, Jean Dujardin, el anatema sufrido por esta obra condena también dos años de trabajo de 300 talentos, entre actores, técnicos y personal administrativo. Así que mire a Alphonse… Ciertamente drogado, pero que está drogado y cuya recepción política ilustra perfectamente la magnífica canción de Yaël Naïm: “Cómo me vuelvo un cobarde”.