Publicado hace exactamente 50 años, When China Awakens…The World Will Tremble vendió más de dos millones de copias. Ha sido traducido a 15 idiomas y sigue siendo hoy la referencia de un período clave de nuestra historia.

Todo comenzó en 1971, como parte de una misión parlamentaria. Alain Peyrefitte descubre entonces un país que le fascina, aunque no habla ni una palabra de chino. Lo observa y toma notas durante tres semanas, que transforma dos años después en un libro del que no se imagina en absoluto el éxito. Analiza, en particular, un desarrollo económico y político, llevado por el espíritu revolucionario, y predice las consecuencias. Asegura que, si la demografía lo obliga, China finalmente se impondrá en el planeta, desde el momento en que domine las tecnologías a su disposición. Entre 1971 y 1999, regresó 18 veces a Beijing y publicó una secuela en 1996: La Chine despierta.

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No menciona este tema en una entrevista particularmente inusual con Thierry Ardisson. El político, también académico francés, accede a acudir una tarde de mediados de los años 80 al club nocturno Bains-Douches para responder a las preguntas del hombre apodado «El Hombre de Negro». Madelen le invita a descubrir o redescubrir esta entrevista donde el Ministro-Académico vuelve, entre otras cosas, a los cuatro años, de 1962 a 1966, durante los cuales fue Ministro de Información del General de Gaulle.

La pregunta se le plantea naturalmente: ¿entonces se redactaba el resumen del Telediario todas las tardes en su oficina? Inmediatamente da una respuesta sin jerga: desde el nacimiento de la JT en 1949, sus antecesores se habían acostumbrado a dictar su ley a los periodistas. Justo después de su nombramiento, descubrió, asombrado, en su despacho, campanas destinadas a llamar, como sirvientes, a los directores de radio y televisión. No especifica, sin embargo, que en su momento, un presentador cumplió, con pesar, con esta regla: Claude Darget. Expresó su desaprobación directamente mediante una lectura particularmente sobria de un texto del que obviamente él no estaba en el origen.

Frente a Ardisson, Alain Peyrefitte confiesa su sorpresa cuando, a su llegada al ministerio, sus equipos le explican el método que permite transformar la “misa mayor” de las 20 horas en un apéndice del Diario Oficial. Inmediatamente decide cambiar las cosas. Su prioridad, su gran objetivo, es entonces modernizar y liberalizar la radiodifusión pública. Su argumento es claro: los franceses desconfían de los medios controlados por el ejecutivo y recurren a las estaciones periféricas en busca de información, empezando por Radio Luxemburgo, cuya 13:00 horas es vista por diez millones de oyentes.

Para dar a los periodistas de la pequeña pantalla una libertad que obviamente no tenían, tomó la iniciativa, en 1963, de una renovación, incluso de una revisión de los informativos televisivos. El 13 de agosto de 1963 lo presentó en directo, a las 20 horas, respondiendo a las preguntas de Léon Zitrone. Aprovechó para anunciar el nombramiento de Raymond Marcillac al frente del nuevo equipo del diario. Unos meses después, iniciará una gira por Francia para presentar otra reforma que le parece imprescindible: el nacimiento y desarrollo de las televisiones autonómicas.

En 1964 inauguró el primero en Marsella, participando en Provence Actualités, un periódico hasta entonces semanal, que se convirtió en un encuentro diario. Aprovecha para anunciar la construcción de nuevos transmisores por lo que la consecuencia será obvia: un aumento significativo en el número de espectadores. Finalmente, el 27 de junio de 1964, con la luz verde del General de Gaulle, la Radiodifusión-Télévision francesa se convirtió en la Oficina de Radiodifusión y Televisión de Francia. Hay entonces, en Francia, cinco millones de aparatos de televisión. Diez años después, cuando se disuelva la ORTF, el número de plazas se habrá triplicado. Pero esto es sólo el comienzo.