André Vauchez es un historiador medieval, miembro del Instituto de Francia. Especialista en historia de la santidad y de la espiritualidad en la Edad Media, ha publicado en particular una biografía de referencia sobre Francisco de Asís (Fayard, 2009). Último libro publicado: Santuarios cristianos de Occidente, siglos IV-XVI (Le Cerf, 2021).
EL FÍGARO. – Hace 800 años, la noche de Navidad de 1223, San Francisco de Asís creó un belén viviente en Greccio. ¿Fue él el inventor del belén? ¿Qué significado le dio?
André VAUCHEZ. – Ha habido devoción al belén desde los orígenes del cristianismo, en particular en Santa María la Mayor, una de las cinco basílicas principales de Roma, donde se veneran reliquias del belén en una de las muchas capillas (algunas piezas de madera destinada a evocar la casa de Cristo. Esta devoción no era central en la vida religiosa de los cristianos de la época; así será con San Francisco, que desempeña un papel fundador en el culto al Niño Jesús.
En las Vidas de San Francisco de Asís de Tomás de Celano, escrita dos años después de la muerte del santo, el autor cuenta que Francisco pidió al señor de Greccio que preparara en este pequeño pueblo un pesebre y heno, un buey y un asno para montar un belén viviente. Esta puesta en escena es completamente original; se basa únicamente en un pasaje del libro de Isaías en el que se dice que cuando Dios visite a su pueblo, no lo reconocerán a diferencia del asno y el buey. Esta referencia bastante vaga se vuelve muy concreta con François, en el origen de la tradición según la cual los animales soplan su aliento caliente sobre el bebé, ofreciéndole consuelo y calor.
Ante el espectáculo del belén, Francisco, después de leer el Evangelio, comenzó a predicar sobre un tema innovador: la desnudez de Cristo. Cristo, verdadero Dios y rey del universo, se despoja de sus ornamentos para venir desnudo entre los hombres en signo de pobreza, explica. Su manera de hablar del niño de Belén es tan lírica y exaltada que un lugareño cree ver a un niño durmiendo en el pesebre, entonces Francisco se acerca al niño quien entonces abre los ojos. ¿Cuál es el significado de esta visión milagrosa? Francisco reavivó el mensaje del Evangelio, lo revivió en el corazón del hombre y devolvió la figura de Cristo al corazón del mundo exaltando la pobreza del niño de Belén.
La natividad es uno de los episodios más representados de la vida de Cristo. ¿Por qué representar el nacimiento de Cristo?
La Natividad está representada principalmente en el arte medieval y moderno, pero no tanto en las catacumbas de los primeros siglos, donde está representado en cambio el Cristo resucitado, adulto, en su divina omnipotencia. Con Francisco y a partir del siglo XIII se redescubre la humanidad de Cristo y se desarrolla una visión más sensible de su persona. Se pone el énfasis en la natividad, es decir la venida de Dios en carne, y correlativamente se desarrolla la iconografía del belén.
¿Cómo la espiritualidad franciscana ha renovado la comprensión del misterio de la Encarnación celebrada en Navidad?
La Encarnación ha sido un dogma fundamental en el cristianismo desde los orígenes, pero fue profundizada y popularizada por San Francisco de Asís, quien desarrolló la devoción a la humanidad de Cristo sin disminuir su divinidad. Su humanidad es para él la extensión de su divinidad, porque Dios quiere hacerse conocido y amado por los hombres. Su mensaje podrá así ser recibido por la humanidad. Francisco representa de alguna manera la transición de un cristianismo teológico a un cristianismo sensible.
¿La Navidad siempre ha sido una fiesta familiar? ¿Cómo se celebraba en la Edad Media y a lo largo de los siglos?
A partir del belén de Greccio, los franciscanos desarrollaron esta práctica a través de la devoción al Niño Jesús. Desde finales de la Edad Media y en los siglos XVI y XVII se multiplicaron las representaciones de Jesús niño. La Navidad se convierte en la celebración de la infancia de Cristo y, por extensión, de todos los niños. Este tema está muy presente en los evangelios: “Dejad que los niños vengan a mí, no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de Dios” (Mateo, 19, 14). Por qué ? Porque el niño depende totalmente de su creador y de sus padres; es una persona pobre. Es un símbolo de despojo de sí mismo y en este sentido debe inspirar a los cristianos. François está muy interesado en este tema de la desnudez. Cuando siente que la muerte se acerca, pide a sus discípulos que lo pongan en tierra, despojado de sus vestidos, en señal de regreso a Dios, como lo expresó el profeta Job: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo salí del vientre de mi madre. volveré. El Señor dio, el Señor quitó”.
Si Jesús, María y José ya están presentes en el texto de San Lucas, es a partir del siglo XVII que se hace hincapié en lo que entonces se llamaba la Sagrada Familia, luego dada como modelo a todas las familias en el siglo XIX cuando el Papa León XIII hizo de ello una verdadera devoción.
En 2019 en la carta apostólica Admirabile signum, el Papa Francisco nos invitó a reconectarnos con una lectura espiritual del belén. ¿Es sólo una tradición cultural hoy?
Esta cuestión surge hoy de manera candente debido a los ataques legales contra la instalación de guarderías en los municipios. El belén se convirtió en una dimensión fundamental de la piedad católica a partir de los siglos XVI y XVII, cuando el belén ya no era prerrogativa de los franciscanos. Se convierte en una manifestación externa de devoción y forma parte de la cultura cristiana.
Hoy la cuestión es más complicada: si muchos hablan de ello a los niños como una tradición cultural, para algunos la guardería sigue siendo una referencia religiosa. En cualquier caso, esta práctica no es ostentosa ni constituye una ocupación proselitista del territorio. Es un homenaje a Cristo niño y por él a cada niño.
No debemos olvidar que el belén también se ha convertido en una obra de arte, especialmente en el sur de Italia: el museo del belén en la Cartuja de San Martino, en Nápoles, es el mejor ejemplo. El arte del belén se desarrolló también en los países germánicos en los siglos XVII y XVIII entre los luteranos: el famoso mercado navideño de Estrasburgo se llama en alsaciano “el mercado del Niño de Jesús”. Esta polisemia de la guardería significa que no hay razón para ser hostiles hacia ella: allí pueden encontrarse creyentes y no creyentes.