Evidentemente, Torinodanza sigue siendo el evento de danza emblemático de Turín. Este festival, situado en la rica capital del Piamonte, se celebra todos los años desde finales de septiembre hasta mediados de octubre. Allí se reúne lo último en danza contemporánea. Allí encontramos, entre otros, el ballet de Ginebra y su nuevo director Sidi Larbi Cherkaoui, a quien vimos el fin de semana pasado. También hay otras grandes compañías, como la Batsheva de Tel Aviv, la asociación Peeping Tom –sin duda la más original– y su director Franck Chartier, o incluso Dewey Dell para los más conocidos. Al mismo tiempo, este festival se preocupa por invitar a compañías italianas emergentes, como Il balletto teatro di Torino o el coreógrafo Francesco Sgro.
Sin embargo, no fue en Turín sino en un pequeño pueblo del valle de Varaita donde se produjo la verdadera sorpresa de esta caída. Al pie de las montañas, donde florece la industria maderera, la asociación de artesanos locales Confartigianato Cuneo decidió, hace tres años, abrir las fábricas al arte y al entretenimiento. Gracias a esta excelente iniciativa, los visitantes tienen la oportunidad de visitar los lugares de producción antes de disfrutar de espectáculos de calidad. En Brossasco, por ejemplo, la empresa RBB, fabricante de muebles a medida, acogió un espectáculo de danza orquestado por el director italiano Giacomo Loprieno, que mezclaba música clásica y contemporánea. Corrado Bastonero, su jefe, se mostró visiblemente emocionado cuando, frente al público, explicó cómo, con sus diecisiete empleados, montaron este escenario en medio del taller, y crearon un gran espacio para el público.
Claire Mousseigne y Nicola di Vico, dos magníficos bailarines de la Ópera de París con una técnica impecable, llevaron alto y claro los colores de la danza clásica con dos extractos de pas de deux del repertorio, El Carnaval de Venecia y Don Quijote, que se insertaron entre tres creaciones contemporáneas firmadas por Francesco Gammino, Alessia Gatta y especialmente Damiano Artale. La creación de este último es impresionante: diez minutos intensos y finamente afinados que esperamos den como resultado una obra más larga, ya que el tema se presta muy bien a la danza. Su título Mirroring – inspirado en un término inglés que significa imitación – evoca el mimetismo que afecta a una juventud inclinada a adaptarse en todos los sentidos a sus contemporáneos. Más allá de la fuerza del grupo, quiso subrayar Damiano Artale, todos los individuos son diferentes. Lo logró tan bien que podríamos haber titulado su creación “incluso en grupo, cada uno tiene su propia vida”. Está interpretado por cuatro excelentes bailarines del proyecto Eko Dance de Pompea Santoro, cuyos increíbles gestos dan toda la potencia a su idea. Evocan así la dificultad de integrarse con los demás sin ceder nada de su libre albedrío o de su personalidad. Acompañado de una banda sonora musical de alta calidad, Damiano Artale genera una danza fluida e intensa, donde los cuerpos se rozan, se destacan, interactúan para encarnar la lucha necesaria para preservar la individualidad dentro de un grupo. El público, visiblemente nuevo en la danza contemporánea, pero impulsado por una gran curiosidad, aplaudió calurosamente este trabajo.