Frédéric Douet es profesor de la Universidad de Rouen-Normandie, miembro del Consejo de Deducciones Obligatorias y autor del Antimanual de Psicología Fiscal (Enrick B éd., 2022).

Arlette Darmon es notaria y presidenta del Grupo Monassier.

Los “pactos Dutreil” se establecieron en 2003 para facilitar la sostenibilidad de las empresas transmitidas gratuitamente de forma elegida o voluntaria, es decir, mediante donación o herencia. La celebración de tal pacto permite beneficiarse de una exención gratuita del impuesto de transferencia de hasta el 75% del valor de los títulos de una empresa o de una empresa individual que tenga una actividad industrial, comercial, artesanal, agrícola o liberal. Desde que existen, los pactos de Dutreil han alimentado todas las fantasías, como lo demuestran más recientemente los debates sobre la ley de finanzas para 2024. Es hora de recordar que su filosofía se basa en dos pilares.

En primer lugar, periódicamente se alzan varias voces para exigir la abolición de los pactos de Dutreil por diversas y variadas razones. Lo último es la lucha contra el calentamiento global, entiendan quién puede… Pero el argumento constantemente repetido es que sería un regalo para los ricos. Esta pasión francesa por el dinero ajeno –unida, dicho sea de paso, al deseo de enriquecer a nuestros vecinos europeos– está desconectada de la realidad. Para entenderlo, hay que tener en cuenta que el tipo del impuesto sobre donaciones y sucesiones puede alcanzar el 45% (el 5% para la fracción imponible inferior a 8.072€, el 10% para la que está entre 8.072€ y 12.109€, el 15% para la que está entre 12.109€ y 15.932€, el 20% para el comprendido entre 15.932€ y 552.324€, el 30% para el comprendido entre 552.324€ y 902.838€, el 40% para el comprendido entre 902.838€ y 1.805.677€ y el 45% por encima de 1.805.677€).

Si los pactos Dutreil no existieran, los descendientes de los administradores no tendrían otra opción para pagar estos derechos que desviar el flujo de caja de la empresa o venderla, generalmente a grupos extranjeros que a su vez se hacen cargo de la tesorería o realizan un desmembramiento adecuado. En cualquier caso, esto llevaría a la desaparición de nuestras empresas y, al mismo tiempo, de los empleos que generan. Los pactos de Dutreil responden, por tanto, a una prioridad estratégica: garantizar la supervivencia de las empresas francesas, para las que ya es una tormenta cada día.

Además, no debemos olvidar que un pacto de este tipo va obviamente acompañado de obligaciones. No se trata de un regalo pura y simplemente a los descendientes del líder empresarial. Deberán comprometerse colectiva e individualmente a conservar los títulos transferidos para constituir una base de socios familiares, y uno de ellos deberá asumir la dirección. Además, estos últimos generalmente tienen que endeudarse mucho para poder pagar a los demás un saldo destinado a restablecer la igualdad entre ellos.

En segundo lugar, algunos contribuyentes llevan varios años intentando subvertir los pactos de Dutreil, alegando que permitirían la transferencia de los valores de una empresa que alquila una vivienda amueblada o un edificio profesional equipado. Por ello mantienen confusión con el hecho de que dicho alquiler se considera comercial para el cálculo del impuesto a la renta. Sin embargo, este no es el caso cuando se trata de impuestos sobre donaciones y sucesiones. Cada impuesto se rige por su propia lógica y reglas. Por lo tanto, los servicios fiscales tienen toda la razón para luchar contra prácticas que desvían los Pactos de Dutreil de su objetivo, a saber, la libre transferencia de una actividad industrial, comercial, artesanal, agrícola o profesional liberal.

Sin embargo, el alquiler amueblado o equipado no se considera, en principio, como tal a efectos del impuesto sobre donaciones y sucesiones. Se trata, en esencia, de una actividad civil de carácter puramente patrimonial. Para que las cosas sean diferentes, el alquiler amueblado debe tener carácter parahotelero. Esto supone que es de corta duración y que va acompañado de un número suficiente de servicios para darle carácter comercial (desayuno, servicio de habitaciones, limpieza, suministro de ropa de hogar, recepción, conserjería, vigilancia, etc.). En la práctica, es raro que estas condiciones se cumplan, hasta el punto de hacer de este escenario una hipótesis de anfiteatro, como el del alquiler de equipamiento acompañado también de servicios (vigilancia, servicios generales, suministro de fluidos, mantenimiento de locales e instalaciones, etc.). ).

En definitiva, sería aconsejable que el legislador especificara expresamente que los alquileres amueblados y equipados quedan excluidos del ámbito de aplicación de los pactos Dutreil, salvo que tengan un carácter paracomercial. Sin embargo, hay que tener cuidado de no crear nuevas incertidumbres modificando apresuradamente el código fiscal general, ya que los edificios necesarios para el ejercicio de una actividad subvencionable deben seguir siendo transferibles del mismo modo que otros activos. Dicho esto, es hora de poner fin a la polémica volviendo a colocar en el centro del pueblo los pactos de Dutreil, o más bien el código fiscal general.