De nuestro periodista en Deauville

De abucheos a vítores. Tras la reacción de la crítica, horrorizada por su drama DogMan, proyectado en competición en el Festival de Cine de Venecia, Luc Besson fue recibido como el hijo pródigo en el 49° Festival de Cine Americano de Deauville. Durante la proyección del sábado de su fábula sobre un joven privado de amor y de piernas pero impulsado por el amor a sus perros y la venganza, el director de 64 años recibió una larga ovación. Este mismo entusiasmo se encontró al día siguiente, domingo. Su masterclass estaba agotada. ¿Tiene algo que ver el gran número de representantes caninos en la elegante localidad costera de Normandía?

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Un regreso para el hombre que fue absuelto por los tribunales de los cargos de violación en su contra y que hasta entonces había mantenido total silencio mediático y cinematográfico. Sobre el programa de esta «conversación con Luc Besson»: cine, más cine y nada más que cine – lo especifica el presentador Stéphane Charbit desde el inicio de la entrevista de hora y media.

Confiado, el cineasta no duda en afrontar con un brusco “no” las preguntas de su moderador cuando éste saca conclusiones erróneas sobre su filmografía buscando paralelismos con otros directores. Luc Besson descifra su proceso creativo. “Sólo escribo entre las 4:30 y las 7 de la mañana”, explica. “Y con cada guión, escucho un álbum en bucle. No puedo escribir sin música. Para DogMan, era… con el pelo verde… ¡Billie Eilish!”, exclama.

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Luc Besson también habla de su “infancia muy solitaria en Grecia” y de su “deseo de escapar, empezando de la nada”, su primer cortometraje “quemado” por la frustración. ¿Su primera bofetada cinematográfica? El libro de la jungla. “Soñé conmigo mismo en Mowgli”, asegura bajo las risas contenidas del público. “Dormí en el suelo, ya no hablaba con mi madre y esperaba que me criaran una pantera y un oso”. Y añade con emoción, refiriéndose a Forrest Gump: “La fuerza del cine son los personajes que, más que las películas, forman parte de tu vida”.

A lo largo de las anécdotas, el director de Nikita y Léon, que insiste una y otra vez en su ausencia de “raíces cinematográficas”, explora dos pilares de su obra: la locura y el sufrimiento. Dos temas recurrentes que se encuentran en DogMan. “Compartimos más fácilmente el mal, el sufrimiento con los demás”, estima Besson. “La gente no está limitada por la felicidad. Pero en DogMan no hay deseo de venganza. Al contrario, prefiero ver un lado de Cerberus: se guarda su infierno para sí mismo”.

Besson celebra la participación de su actor principal y detalla la intensa preparación de Caleb Landry Jones (premio de interpretación en Cannes por Nitram en 2021). Seis meses después, le hizo perder veinte kilos. “Cuando terminas una película, esperas que a la gente le guste”, afirma tras agradecer una vez más al público su asistencia a la proyección el día anterior. “Siempre hay quien no le gusta, quien le gusta mucho y lo peor es el que no viene. Eso es lo que me pone muy triste, que no quieran verlo».

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Más que una conversación, Luc Besson entrega una carta de amor al séptimo arte. Tras el caluroso aplauso de las 300 personas que se acercaron, varios de ellos hicieron fila, con devoción, para pedir autógrafos o consejos. Cuesta creer en este momento que el director de Nikita fuera persona non grata durante cuatro años y que diez minutos antes del inicio de su conferencia, el personal de seguridad se pusiera en guardia después de haber interceptado una navaja suiza en el fondo de una bolsa. Entre la desconfianza y el renovado interés por él, el director de Big Blue está decidido a recuperar al público.