En el Madrid de 2008, azotado por la crisis bancaria e inmobiliaria, y el paro masivo, suena el despertador, estridente. La cuenta atrás comienza. Este es el comienzo de una película que galopará durante 1:43, siguiendo los destinos cruzados de varios personajes atrapados en una vida cotidiana alarmante. Producida por Penélope Cruz, À contretemps, el primer largometraje del director argentino Juan Diego Botto plantea tres tramas paralelas. Por un lado, seguimos a Rafa (Luis Tosar, muy convincente). Este abogado especialista en derecho social, que tuvo que llevar a su hijastro de viaje escolar, se propone encontrar a la madre de una niña que se quedó sola en un alojamiento insalubre. Si no se pone en contacto con la madre antes de la medianoche, el pequeño será colocado en un hogar… La segunda trama presenta a una pareja con un niño pequeño injustamente amenazado de expulsión.
Incarnée par Penélope Cruz, cette employée de supermarché mise tout sur un collectif anti-expulsion, qui lutte de manière solidaire contre une administration dépassée par les événements, tandis que son mari, qui travaille dans le bâtiment, songe plutôt à expatrier sa petite famille en Argentina. La última historia muestra los pasos de una anciana solitaria que es garantía de su hijo en bancarrota. Estos marcos narrativos se unirán, mostrando que todo está conectado. Entre el thriller y la crónica social, À contretemps sumerge a los espectadores en una carrera contrarreloj en el seno de una realidad dolorosa que evoca a su vez la injusticia, la solidaridad y la resiliencia. La sensación de urgencia es palpable a lo largo de la película.
En el papel de Azucena, una esposa combativa que lucha sin rendirse en las mallas estrechamente entrelazadas de una dramática realidad cotidiana, Penélope Cruz ofrece un juego más sobrio, más oscuro, todo en una ira reprimida. Muy lejos del registro romántico al que nos tenía acostumbrados la musa del cine español, inmortalizada por Pedro Almodóvar. Pero es el personaje del abogado humanista y testarudo, interpretado por Luis Tosar, quien se lleva todos los votos.
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Bloque de vigor, determinación y altruismo, lucha con la energía de la desesperación, como una mosca atrapada en una telaraña. La sencilla puesta en escena de Juan Diego Botto apuesta por el realismo, sin caer en la miseria. Uno piensa por supuesto en el cine social de Ken Loach, el de los hermanos Dardenne e incluso a veces el de Stéphane Brizé… Pero este cautivador suspenso madrileño en forma de inmersión lo más cercana posible a las disfunciones de nuestras sociedades modernas, ha su propio ADN: un toque de dureza ibérica mezclado con encanto y cálida esperanza.
La opinión de Figaro: 3/4