“Con bondad lo consigues todo, Obelix…”. Recuerda el sabio consejo de Astérix a su compañero en Astérix Legionario. El jueves en las librerías, L’Iris blanc, la cuadragésima aventura de nuestros galos acérrimos, sigue esta recomendación. Incluso llega a ser un precepto, una forma de vivir. Imaginadas por Fabcaro, estas nuevas tribulaciones apuntan hacia el pensamiento positivo y el desarrollo personal.

Ante sus tropas desmotivadas, César busca una solución. Se deja convencer por su médico militar, Vicevertus, de utilizar el método de la nueva escuela de pensamiento positivo. Su nombre ? El iris blanco. El emperador tiene la intención, en particular, de beneficiar a sus soldados apostados cerca del pueblo galo. Cuando los habitantes del pueblo toman conciencia de esta filosofía, que recomienda «comer cinco bayas y verduras al día», «practicar una actividad deportiva regular», dialogar en lugar de pelear con los puños en caso de conflicto y, sobre todo, comer menos jabalíes, Se produce una división entre Iris anti y pro-White.

Nuestros héroes luchan con aforismos crípticos. Ejemplos ? “Para iluminar el bosque basta la floración de un solo lirio”; “¡Qué importa estar delante si tu alma se queda atrás!” Estas frases, porque de eso se trata, Vicevertus las descarta a toda costa. Cautivan a unos e irritan a otros. La portada, que ilustra a los dos héroes y al jefe de la aldea, Abraracourcix, que son más que cautelosos ante estas nuevas tendencias, muestra hacia dónde se inclinan. A diferencia de Bonemine, la esposa del jefe que adhiere ciegamente a esta filosofía romana.

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En su primera colaboración, Fabcaro y Didier Conrad lograron mantener el espíritu encantador y chispeante de la saga, que nos hace olvidar las debilidades del álbum anterior, Asterix and the Griffin. Fiel al tierno humor de Goscinny y a sus deliciosos juegos de lenguaje, Fabcaro ha ideado un escenario en el que se destila un lenguaje delicioso y una historia conmovedora. El guionista de Zaï zaï zaï zaï divierte y conmueve al imaginar a la pareja Bonemine y Abraracourcix atravesando una crisis matrimonial debido, en particular, a sus diferencias en cuanto a la doctrina de Vicevertus. Hasta el punto de poner en peligro su unión. Sin salirse de la vena humorística inherente a la serie, los autores retratan a un chef conmovedor como un marido desestabilizado por la angustia de una esposa que, ávida de cambio, le reprocha su estrechez de miras.

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Pérfido, Vicevertus aprovecha este momento de apuro para debilitar al enemigo en un juego hábilmente organizado por Fabcaro y Didier Conrad. Para su sexto álbum, el diseñador, digno heredero del maestro Uderzo, se esfuerza cada vez más en esbozar con su línea vivaz y dinámica la expresión de los rostros y los gestos de los personajes, representando brillantemente la duplicidad de Vicevertus, un manipulador inspirado en el otrora por BHL y Dominique de Villepin. Sus artimañas llevarán a nuestros héroes a Lutèce, poblada de “bobos” que admiran en Bonemine los sencillos valores de su vida en Armórica, para quienes “mirar los menhires” es como un sano regreso a la naturaleza. ¡Paz y amor a los celtas!

El lector sigue con deleite las andanzas de kebranlix. Una heroína que duda bastante de las obras de Banskix y Boltanskix. Con qué deleite también el lector descubre a Obélix manejando con gran dificultad una scooter o comiendo en un restaurante de cocina conceptual. L’Iris blanc es un álbum animado y de humor jubiloso que hace de esta nueva aventura gala un paréntesis verdaderamente encantado. En el camino encuentra un poco de ese espíritu impertinente de Goscinny. Esta crítica social ferozmente tierna de nuestros contemporáneos cumple su papel a la perfección: entretenernos.