“Ya veo el titular de Nice-Matin mañana: ‘Izïa pide el asesinato del presidente de la República’”. La cantante no careció de ironía, el jueves por la noche, en el escenario de Beaulieu-sur-Mer. Después de haber imaginado en directo, ante los espectadores que se acercaron a escucharle, el linchamiento de Emmanuel Macron que sería «colgado veinte metros en el suelo» como una piñata, antes de golpearlo con un «bate lleno de clavos», el Las reacciones no se hicieron esperar hasta el día siguiente. Un asistente del alcalde presente en la sala de conciertos salió de la sala y luego avisó a los gendarmes, que esperaban a la cantante al final del espectáculo para interrogarla. El cantante fue sacado discretamente de la sala de conciertos antes de ser arrestado más tarde por la policía. El fiscal de Niza abrió una investigación por «provocación pública para cometer un delito o una infracción».
Desde entonces, videos del monólogo de la cantante han alborotado la web. Les réactions politiques ne se sont pas fait attendre: le maire LR de Marcq-en-Barœul, Bernard Gérard, a annoncé lundi l’annulation d’un concert de la chanteuse prévu dans sa ville le 13 juillet, à l’occasion de la Fiesta Nacional. «La venida a Marcq-en-Barœul de este artista, para un concierto público, gratuito y familiar, estaría en contradicción con los valores de reunión que prevalecen durante nuestro Día Nacional», explicó el concejal en La Voix du Nord.
Antes de la polémica, Izïa Higelin –o simplemente Izïa, su nombre artístico– era más conocida por su energía en los conciertos. La única hija de Jacques Higelin, que se ha convertido en rockero como su padre, lo da todo en el escenario, a veces se lanza al público, conversa con ellos. Si su carrera realmente despegó en 2012, cuando recibió el premio al álbum de rock del año en las Victoires de la Musique por su álbum So Much Trouble, su historia de amor con el rock se remonta más atrás.
Última hija de los hermanos Higelin -su padre tuvo otros dos hijos de otras mujeres, entre ellas el cantante Arthur H-, Izïa fue criada en Pantin por un padre muy presente. De adolescente ya empezó a escribir canciones que interpretó a los catorce años en el Cabaret Sauvage, en París y en el festival de Calvi. Tenía solo dieciséis años cuando fue descubierta por el Printemps de Bourges que la programó, antes de abrir para otro rockero, Iggy Pop, en el Palais des Sport.
El mismo año, hizo su primera incursión en el cine. Interpreta a Louise, en Mauvaise fille, el drama de Patrick Mille. El papel le valió el César a la mejor esperanza femenina. Siguieron colaboraciones regulares con cineastas de todos los ámbitos de la vida: en 2014, actuó en Samba, dirigida por el tándem Nakache y Toledano, antes de interpretar a una activista feminista y lesbiana al año siguiente en La Belle saison, de Catherine Corsini. Comparte cartel con Vincent Lindon en Rodin, la película de Jacques Doillon, estrenada en 2015. También subió al escenario en 2017 junto al actor Vincent Dedienne, para una lectura de Just Kids, de Patti Smith.
Incluso hoy, lucha por llorar a su padre, quien murió en 2018. Fue Jacques Higelin quien le dio ganas de actuar, explica en una entrevista con el diario Le Monde. . “Era mi mejor amigo, papá, nos queríamos mucho. Me puso una guitarra en las manos muy pronto, luego fue el piano, improvisamos, cantamos. Cuando se fue de gira, me llevó en el autobús con él. Las cosas se han ido recuperando lentamente desde 2022 y la reanudación regular de los conciertos, con un público que le es fiel desde hace diez años.
La cantante, cuyo compromiso político está marcado por la izquierda, nunca había sido objeto de ninguna polémica hasta el jueves. En las columnas de Le Monde ya hablaba de un bajón desde la epidemia de Covid. Una “depresión” pasajera, con aires de crisis de los años treinta. “Desde este parón de tres años ya no puedo tomarme las cosas a la ligera, es como si se me hubiera escapado una forma de temeridad”, explica.
El contexto político alimenta regularmente la ansiedad que lo habita. “Es difícil mantener la fe en este momento. Estamos pasando por un período terrible con la crisis económica, la violencia policial, la injusticia. Antes de añadir, a modo de presagio: “No soy el único. La gente está cruda”.