Fabien Versavau es director general de Rakuten Francia.

Con la AI Act en discusión en Bruselas, Europa se enorgullece de una victoria: ser, en medio de una efervescencia tecnológica sin igual, la primera potencia mundial en diseñar un reglamento para la inteligencia artificial. Tal vez… ¿Pero no nos estamos peleando mal? Más que regular a priori lo que parece ser la nueva frontera tecnológica, ¿no debería ponerse toda la energía europea al servicio de una estrategia ofensiva y creativa, más que defensiva y prescriptiva? Sí, en términos de tecnología, regular y proteger es bueno, innovar y conquistar es mejor.

Internet hace treinta años, los primeros teléfonos inteligentes hace quince años y la IA hoy: tantas innovaciones revolucionarias que alteran radicalmente nuestro equilibrio y cambian nuestras vidas en profundidad. Seamos claros: la IA no es un tema técnico vertical, como los grandes datos o las redes sociales. Es una innovación transversal, universal, en camino de convertirse en la columna vertebral de nuestras sociedades modernas. Economía, política, educación, sociedad, geopolítica: la IA es una nueva herramienta importante para la competitividad y el poder, en todos los campos. Debemos abordarlo como tal, y muy lógicamente, en un mundo hipercompetitivo, apoyar la innovación europea.

¿»Innovación europea» un oxímoron? Uno podría pensar que sí dado el retraso de Europa en la carrera por la IA. En 2021, las empresas emergentes de inteligencia artificial estadounidenses y chinas capturaron juntas alrededor del 80 % de las inversiones mundiales de capital de riesgo en el sector, según un estudio de la OCDE. Todavía en 2021, Estados Unidos invirtió casi 53 000 millones de dólares en IA y China 17 000 millones, frente a los 6 400 millones de dólares de la UE… En 2022, estos dos países también fueron los que produjeron la mayor cantidad de artículos de investigación sobre IA, superando a Europa en el único campo en el que ha conseguido competir durante mucho tiempo. Si Europa todavía hoy forma una mano de obra ultracualificada, y en particular los ingenieros y científicos de altísimo nivel que requiere esta «nueva frontera» tecnológica, no consigue transformar la prueba y atraer a estos jóvenes talentos a las filas de sus empresas, que luchan por competir con los salarios que ofrecen las empresas americanas.

Atrasado en inversión, atrasado en investigación: ¿qué está haciendo Europa hoy? Ella regula. Pero regula demasiado rápido y mal. Con la Ley IA, quiere prevenir todos los riesgos, reales e imaginarios, de la IA. Este principio de precaución 2.0 es contraproducente, porque si intentamos defendernos y protegernos demasiado, corremos el riesgo de cortar de raíz a todas las empresas con potencial para convertirse en campeonas de Europa. Y esto es lo que temen muchos jugadores del sector. Según la Encuesta de Impacto de la Ley de IA, tres cuartas partes de los capitalistas de riesgo que respondieron temen que la Ley de IA penalice la competitividad de las nuevas empresas europeas de IA y el 36% de ellos está considerando, una terrible noticia, volverse más hacia otros horizontes. – fuera de la UE…

No nos perdamos el cambio de la IA como nos perdimos los cambios tecnológicos anteriores, del big data a la nube. No podemos permitírnoslo. En un momento en que seguimos hablando de soberanía, debemos entender claramente que es, ante todo, en esta área de la IA donde nuestra soberanía, en el sentido más completo del término, se juega y se jugará. Estemos seguros de una cosa, que la historia nos enseña: las nuevas potencias tecnológicas impondrán sus reglas a posteriori.

El desafío hoy es regular de manera inteligente, frugal, sabia, de acuerdo a los riesgos que puedan surgir de vez en cuando. En definitiva, una regulación ágil para sacar a la luz a los campeones europeos, acelerar y apoyar la innovación, y recuperar el liderazgo en un área estratégica. Para ello, tratemos colectivamente la IA en el nivel adecuado, es decir, en el nivel político más alto, como lo ha hecho el gobierno francés para French Tech desde 2015, y es un éxito global que no se niega. Hagámoslo un sujeto, no de regulación, sino un sujeto soberano. Que nos moviliza, federa y nos conduce con confianza hacia el futuro.