Arnaud Benedetti es ensayista y profesor asociado en la Universidad París-Sorbona y editor jefe de la “Revue Politique et Parlementaire”. Acaba de publicar A las puertas del poder – RN, ¿la victoria inevitable?, editado por Michel Lafon.

EL FÍGARO. – ¿Qué lecciones podemos extraer del debate entre la cabeza de lista del Renacimiento en las elecciones europeas, Valérie Hayer, y el jefe de lista de la Agrupación Nacional (RN), Jordan Bardella? ¿Quién crees que ganó ventaja sobre su oponente?

Arnaud BENEDETTI. – En términos de dominio del instrumento mediático, Jordan Bardella tiene las cualidades necesarias para consolidarse como un polemista experimentado: compostura, fluidez, espíritu de réplica, capacidad de esquivar, etc. Sin duda tiene un gran control de su comunicación. Entonces el resultado es necesariamente muy profesional. A lo largo de los debates, logró producir una gran estabilidad de comportamiento, tanto más eficaz cuanto que se trata de un joven líder político de 28 años: un efecto de contraste que nos permite superarnos en percepciones.

Valérie Hayer, por su parte, mostró claramente una mayor fragilidad en el ejercicio, principalmente en la infracomunicación. Ella parecía más agresiva, exagerando ciertos «remates» que entendíamos habían sido preparados para la circunstancia, o usando de manera inapropiada – o al menos excesivamente – su condición de mujer ya que, en el fragor del intercambio, fue contradicha por su competidor. Su primera parte del debate fue laboriosa, mientras que en la segunda pareció más cómoda.

En cuanto al fondo del debate, cada uno se mantuvo necesariamente en su propio carril, pero el carril de Jordan Bardella está, a estas alturas, más en línea, en particular en las cuestiones de seguridad y migración, con la opinión dominante. Toda la dificultad para Valérie Hayer fue soportar el peso de siete años en el poder. La marcha a veces parecía alta para un perfil más técnico, que recién ingresaba a esta esfera de alta intensidad de la contienda electoral a escala nacional. Ciertamente no colapsó, lo que limitó los daños. Desde este punto de vista, mientras sea dominada, habrá hecho el trabajo.

¿Este debate marca el verdadero inicio de la campaña?

La campaña ya ha comenzado plenamente, excepcionalmente temprano en la historia de las elecciones europeas desde 1979. Este «cara a cara» altamente asimétrico entre una fuerza dinámica y una fuerza en dificultades habrá confirmado, especialmente en su propio sistema de creencias, a los partidarios de cada candidato. Uno de los elementos salientes del enfrentamiento fue sin duda poner a prueba la capacidad de control técnico de los expedientes del jefe de lista de RN, quien no cedió ante la circunstancia, a riesgo de fragilidad que algunos sospechaban.

Sin embargo, a medida que avancemos en la campaña, los medios de comunicación harán sentir sus efectos, pudiendo, en la competencia entre otras listas, en particular aquellas con créditos entre el 5 y el 10%, mover las líneas en un contexto electoral donde la más mínima volatilidad es probablemente altere el orden de la clasificación final. En definitiva, los retos para las dos listas que encabezan la intención de voto son: que una, la RN, esté a la altura de las previsiones de los sondeos, y que la otra, la de la mayoría, no se deje peinar por el outsider Raphaël. Glúksmann…

Este debate puso de relieve el desacuerdo de los dos candidatos sobre la membresía de Ucrania en la Unión Europea. Valérie Hayer apoya esta idea. Jordan Bardella está a favor de ello. ¿Se están transformando las elecciones europeas, de alguna manera, en un referéndum sobre Ucrania?

Una votación es un cóctel. La cuestión ucraniana no es central para las preocupaciones electorales dominantes de los franceses. Las cuestiones son principalmente nacionales y si la guerra en Ucrania puede potencialmente estructurar las orientaciones electorales, se debe principalmente a los efectos inducidos que puede tener en las cuestiones internas; como el coste de la vida, la cuestión presupuestaria o incluso la protección de nuestra agricultura. El tema de la ampliación de la Unión Europea es, en sí mismo, un eje de división porque la ampliación en la mecánica endógena de las instituciones de Bruselas siempre presupone una profundización de estas últimas en la dirección de una mayor integración federal.

Ampliación y profundización son los dos pechos del europeísmo del que Emmanuel Macron, en Francia, pretende ser heraldo. El Presidente de la República promueve la soberanía europea, consciente de que el organismo social ya no puede contentarse con una herramienta política en piloto automático, sino que espera – de nuevo – un poder que proteja y proyecte. Sin decirlo, quiere sustituir la soberanía nacional por la soberanía europea. Pero en este juego de manos, ignora la soberanía popular, que es la condición sine qua non del funcionamiento democrático. Esta cuestión es, en última instancia, “invisibilizada” aunque sea existencial; y debería estar en el centro de esta campaña, porque determina no sólo el futuro del Estado-nación sino, más allá de eso, la sostenibilidad de las democracias liberales.

Valérie Hayer y Jordan Bardella también estaban divididos sobre la votación, a principios de abril, por parte de los eurodiputados, de un pacto sobre migración y asilo que pretende redefinir la política de acogida de los inmigrantes dentro de la Unión Europea. Como en las elecciones presidenciales, ¿podemos imaginar que las cuestiones de seguridad e inmigración tengan prioridad sobre la campaña?

Las elecciones europeas siempre han sido una votación en la que, una vez más, la nacionalización de la competición ha tenido un lugar importante, aunque el marco europeo constituya el escenario. Sin embargo, rara vez han tenido un impacto en la recomposición política. En el mejor o en el peor, se registraron eliminaciones como la de Michel Rocard en 1994, maltratado entonces por la lista de Bernard Tapie o por los votos de sanciones contra el poder vigente. Es hacia esta última configuración hacia la que nos dirigimos de cara al 9 de junio, en la medida en que estas elecciones europeas son las únicas elecciones nacionales antes de las elecciones presidenciales. Pero a este factor se suma un segundo, que es el de la extrema fragilidad de la mayoría presidencial en la Asamblea Nacional. Una derrota demasiado amarga para el partido presidencial no dejaría de tener repercusiones inevitables en el resto de un mandato de cinco años que, hay que recordarlo, ni siquiera está en su comienzo…