“Si el centro abre, planeo mudarme”, advierte Audrey. Con carteles en mano, los vecinos del distrito Custine Clignancourt Doudeauville, situado en el distrito 18 de París, se manifestaron este jueves por la tarde frente a la ubicación del futuro Centro de acogida y apoyo para la reducción de riesgos de los consumidores de drogas (CAARUD). Su preocupación se refiere en particular a la ubicación de este centro, que estará situado a sólo 60 metros de una escuela secundaria y de una escuela primaria, así como cerca de una guardería, afirman.
“Hay muchos niños de paso”, se lamenta Audrey, residente de este barrio familiar y bastante elegante del siglo XVIII. «Nuestros hijos tienen edad suficiente para ser independientes, pero ahora ya no les dejaremos volver solos a casa del colegio», continúa.
El reciente anuncio de la apertura de este establecimiento médico-social a principios del próximo mes de abril está enloqueciendo a los vecinos del barrio. Autorizado y financiado por el Estado, a través de la Agencia Regional de Salud (ARS), este CAARUD es gestionado por la asociación Aurore, que acompaña a las personas en situación precaria hacia la autonomía. En realidad, el centro ya existía, pero estaba situado unos cien metros más allá de la nueva ubicación prevista. Ahora deberá instalarse en la planta baja de un edificio residencial privado, en régimen de arrendamiento privado.
Sin embargo, los copropietarios y residentes no fueron informados de esta instalación hasta el 15 de marzo, a pesar de que las obras habían comenzado hace varios meses. “Normalmente, para abrir un lugar de este tipo es necesario consultar con los residentes locales un año antes”, asegura Audrey. Contactado por Le Figaro, el director de la asociación Aurore, Florian Guyot, explica que él es únicamente el inquilino del centro y que este proceso de consulta es responsabilidad del propietario, una sociedad inmobiliaria (SCI).
“En cuanto pudimos acceder al local y tuvimos visibilidad sobre la apertura, fuimos convencionalmente a avisar a nuestros vecinos” hace dos semanas, indica Florian Guyot.
“Cuando se votó la obra en la junta general, los propietarios no lo tenían claro, porque los copropietarios seguramente habrían dicho que no”, explica Bastien, un vecino del barrio. Los copropietarios preguntaron varias veces qué tipo de negocio se iba a montar en la planta baja, pero el propietario fue muy vago y se refirió a “un centro médico”, informa un copropietario. “La ocultación de información demuestra claramente que saben que este tipo de actividad tiene un problema”, subraya Martial, otro copropietario.
Decididos a impedir la apertura del centro, los copropietarios y residentes crearon el colectivo Custine-Clignancourt-Doudeauville y luego lanzaron una petición que cuenta actualmente con más de 1.000 firmas. El 25 de marzo, el colectivo también envió una carta al Primer Ministro. Este barrio familiar ya se enfrenta a otros problemas, como el paso de determinados drogadictos, pero sobre todo de prostitutas. «Somos como un pequeño pueblo, nos ayudamos unos a otros en esto», dice Audrey. Desde el cierre del antiguo CAARUD en una calle vecina, “el barrio está limpiando”, dice Bastien. Tampoco es conocido como un punto de anclaje para los drogadictos. “Tenemos miedo de que así sea”, teme Romain, padre de familia y copropietario del edificio atacado.
Este local, que permitirá acoger a personas en circunstancias muy precarias, apoyarlas y atenderlas con la ayuda de psicólogos, podría convertirse, según los vecinos, a largo plazo en una sala de tiro. “Esto es lo que obviamente va a pasar, es su vocación”, teme Marion. El director de la asociación Aurore lo desmiente: “Los CAARUD son otro tipo de establecimiento”. “El sitio no está organizado para” y “allí no está autorizado el consumo”, insiste.
Ante los temores de los vecinos del barrio, la asociación organizó una reunión informativa el 20 de marzo, durante la cual “hubo intercambios verbales bastante violentos”, revela Martial. Estuvieron presentes el teniente de alcalde del distrito 18 de París, la asociación Aurore, el diputado de LFI por el distrito 18 de París, Aymeric Caron, la ARS, la policía, la asociación de padres del colegio cercano, así como los residentes locales. “Nadie respondió a nuestras preguntas, respondieron al margen”, respira Marion. “Todo es muy opaco”, se desespera Bastien. Las autoridades públicas instalaron un centro “sin ningún análisis preliminar del barrio ni estudios de impacto”, critica todavía Romain.
Hay 18 centros de este tipo en la región de Isla de Francia y “cerca también hay escuelas”, afirma el director de la asociación. «Apostamos, sobre todo, por la experiencia y el equipamiento similar de otras asociaciones», continúa.
Si hubiera algún incidente con un drogadicto, ¿qué haría la asociación?, se preguntan también los vecinos del lugar. La respuesta tampoco fue satisfactoria, informa Sophie, vecina del barrio. “Es realmente preocupante”, admite el director, que, sin embargo, quiere dar tranquilidad. Un equipo de al menos tres personas estará presente en el centro «permanentemente» y los equipos de calle «garantizarán la correcta integración del centro en el barrio», prosigue. También se pondrá a disposición de los residentes locales un número de teléfono al que podrán contactar en cualquier momento, añade. Por último, “tenemos una relación muy estrecha con la comisaría, cuyo objetivo es hacer que la seguridad y la salud públicas sean complementarias”, subraya Florian Guyot.
Este último tiene toda la intención de abrir el centro. Indica que el ayuntamiento ha propuesto reuniones periódicas de seguimiento con los vecinos y que está totalmente de acuerdo con este tema. Acompañado por Le Figaro, el ayuntamiento de París, por su parte, asegura su apoyo al proyecto: “La ciudad seguirá dialogando con los vecinos, como lo atestigua la reunión pública de la semana pasada”.